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COLECCIÓN DE LIBROS
Y DOCUMENTOS REPeRCKTBS
k LA HISTORIA DE AMÉ-
RICA.—T«mo IV jaiíjssjKe
HISTORIA
DB LAS
GUERRAS CIVILES DEL PERÚ
, (1544-1548)
OTROS SUCESOS DE LAS INDIAS
PEDRO GUTIÉRREZ DE SANTA CLARA
TOMO TERCEEO
MADRID
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TOMO IV
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MAS QLE aiiLES QLE L-\0 E?í LOS REYNOS V PFOIINCLAS DEL PERC, EN DONDE SE C^.E^TA^ V RELATA>" LAS GRANDES CPLELDAD2 Y ATROCES DEI.ICTOS QLE HIZO FRANCISCO DE CARAL A.-AL, MAESTRO DE CAMPO QLE FLE DE GONCALO PICARRO
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CAPITULO PRIMERO
DE COMO EL MAESTRO DE CAMPO FRANCISCO DE CARA-* UAJAL SE PARTIÓ DE LA CIBDAD DE QUITO Y POR SUS JORNADAS CONTADAS LLEGÓ A LA VILLA DE SANT MI- GUEL, Y DE LAS COSAS QUE EX ELLA HIZO EN SERUI- CIO DE GONZALO PIQARRO, Y DE OTRAS COSAS QUE
PASSARON
Auiendo Francisco de Carauajal, Maestro de campo de Gonzalo Pi^arro^ tomado todo quanto auia de llenar para proseguir sajornada, se partió de la cibdad de Quito muy arrogante y soberuio, como atrás queda dicho, con solos diez arcabuze- ros bien armados y en buenos cauallos y muías que les dieron, porque estos eran hombres hechos muy a su proposito por ser muy buenos ministros y re- boluedores. Pues yendo este hombre por sus jor- nadas contadas y de pueblo en pueblo llego a la villa de Sant Miguel, en donde le salieron a resce- bir los vezinos que auia en ella, los vnos por con- graciarsse con el y por ganalle la voluntad y por tener su amistad, aunque el no la tenia con ningún bueno. Y los otros de miedo que le tenían, porque le conoscian que era hombre cruel y furioso; y assi fue llenado a que se apossentasse en las casas
í Rubio, que estauan ya aderesía- illi se apeo con los soldados que e entrasse por la casa, estando er> :alle mando con apariencia de bue- jue falsa, a seis vezinos y regido- illa, que se quedassen allí vn rato les quería dezir ciertas cosas que > su señor le auia mandado les di- rá parte despidió con buena crian- °sde la puerta, a todos los que le ■scebir, diziendoles, con el sombre- señores, vuestras mercedes se va- ■ y a comer a sus casas, que ya es , fueron, despediéndose del, y con possada con los suyos. Y como era :nto a comer con los doze soldados lito, a vna mesa, y después de auer ;stra de gran plazer, mando secre- las puertas de la calle y se metió )s en vnapossento lleuando tras si ai ís, y estando ya dentro les hablo y z ronca y braua lo siguiente: dor mi señor tiene grandissima os los regidores, y esto es con mu- [ue aueíF sido siempre sus contra- aquello que se le ha offrescido no ) acudir, ni a le dar fabor y ayuda, nostrado por sus enemigos morta- ando os Uvo menester no le soco- a justo. La principal quexa que de !S por auer acogido en esta villa a /ela, faboresciendole y proueyen-
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dolé en todo aquello que uvo menester para engro- 5saf su exercito y para yr contra las cosas del Go- uernador mi señor que ha def fendido y deffiende vuestras vidas, honrras y haziendas y los reparti- mientos que tenéis. No contentos con esto, agora de nueuo y de poco tiempo a esta parte aueis es- •cripto muchas cartas a Blasco Nuflez Vela, que se yntitula falsamente de Visorrey, no lo siendo, dán- dole muchos auisos de lo que passa en la tierra, especialmente de lo que se haze en el exercito del Gouernador mi señor. En todo lo qual lo aueis hecho muy mal, y esto no se esperaua de vosotros •que tal cosa no hizierades, sino que se tuuo enten- dido que pussierades las vidas y las haziendas por quien ponia por vosotros la persona, vida y la ha- cienda por redemir la vexacion en que os ponían y dexaros quietos y paciíñcos en vuestras casas.
Considerando yo estas cosas, de como lo auia- des hecho tan mal, tenia determinado mandar se diesse saco mano a esta villa y destruylla a fuego y a sangre y no dexar a vida al chico y al grande, sino hazellos matar a todos por vuestra causa, y por ciertos respectos que no quiero dezir lo he de- xado de hazer, en especial porque no me tengáis por cruet y mal xpiano. Y también lo quería man- dar hazer porque tengo creydo que la gente co- mún y popular y los soldados que siguieron al Vi- sorrey, no (1) lo hizieron por lo que ellos preten- dían en auer algún ynteres, sino porque vieron que vosotros los regidores lo haziades en seguir su
(i) Us,jftM*
}, los quales soldados hizicron mucbos daAos « en los que seguían la buena opinión del nador mi sefior. Por esto y por otras causas nes he determinado de perdonar a lo» que ueden, y hazer abajar la contumacia y co- : los soberuios, que soys vosotros los regtdo- tambien porque soys vosotros las caberas rincipales, meresceis por ello mucho mal y astigo que sea eiemplar, por vuestras tray- y maldades, el qual entiendo de os dar bre- te para que sea en vosotros el castigo, y a ;xemplo para que de aquí adelante biuan ien siruiendo a Gonzalo P¡9arro mi señor. has estas palabras mando n todos los seys resqueseconffessassen, porque luego auian rir, y ellos comentaron muy humillmeote. ! en vano, a desculparsse, poniéndole por ; los muchos y grandes seruicios que auiao a Gongalo Pitarro antes que entrasse en la ' como todos ellos tenían su buena opinión an muy arñcíonados. Y también le truxeron ;moria de quando resclbicron las prouissio- Gon^alo Pii;arro y no quissieron ver las iorrey, y en lo que tocaua a las cartas que [ae ellos auian escripto a Blasco Nuñez Ve- estañan ynocentes de aquel peccado, por ellos ni otros por ellos las auian escripto. ;ora auian seruido algunos pocos de dias a Nuflez Vela, que no lo auian hecho de su y espontanea voluntad, sino que fueron lio constreñidos y forjados, porque cada ; amenazaua con la muerte, y que no se
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auian huydo por no desamparar a sus mugeres, casas y haziendas en poder de los soldados. Y también porque tenían entendido, como era assi, qae en cosa alguna no auian herrado, porque ser- uian a Su Magestad, como todos hazian; mas empe- ro que por la passion de Jesu Xpo los perdonasse con clemencia, que mejor le siruirian estando bi- uos, con sus haziendas y personas, que no en otra manera. Y porque vssasse con ellos de misericor- dia le darían gran summa de dineros, para que los soltasse sanos y libres y sin lision alguna, y assi le dixeron otras muchas cosas de gran humillación y puestas las rodillas en tierra, y Francisco de Ca- rauajal como lobo rauioso y cruel no los quiso oyr, y por esto se conffessaron con vn clérigo que el mismo traya en su compañía. Dende a vn rato mando sacar a vno de los regidores y le hizo dar garrote dentro de otra cámara donde le auian metido, porque lo auia mandado conffesar prime- ro, y este mismo fue el que auia dado la yndustria y manera de como se abriesse vn sello Real con que después el Visorrey y el Oydor Juan Aluarez solían por Audiencia despachar las prouíssiones. Luego se divulgo por toda la villa de como el Maestro de campo tenia encerrados seys regido- res para les cortar las caberas porque auian se- guido la parte de Blasco Nuñez Vela, por lo qual muchos hombres que auian militado debaxo de su vandera se salieron secretamente della y se fue- ron a esconder por las huertas y heredades de los vezinos, y otros se escondieron por otras diuersas partes. Las mugeres destos seys regidores, quan-
ipieron que sus maridos estauan en tan gran TO, fue muy grande la pena y dolor que sin- D, y luego como desatinadas se fueron con ;eza al monasterio del Señor Sancto Domingo marón a dos frayles de buena vida que alli re- □, para que rogassen por sus maridos. Y ellas, ;rtas de luto, se fueron con los frayles a casa rancisco de Carauajal y entraron por vna ta falsa que hallaron abierta, porque los de la dia no auian mirado en tanto que por ella sa-
triste nueua de lo que el carnicero queria r. Subiendo las mugeres llorosas al aposseoto rancisco de Carauajal, se pussieron de rodi- leíante del, suplicándole con grandes lloros y idos que por amor de Dios y de Nuestra Se-
se apiadase dellas y de sus hijos y concedie- is vidas a sus maridos, y los frayles te habla- Tiuy humillmente suplicándole lo mismo que ediesse las vidas de aquellos miserables bom-
Dando y tomando y replicando en ello, en fin , apiadandosse de las mugeres, especialmente ndo respecto a los frayles, otorgo las vidas a inco regidores, que se tuuo en mucho porque n creydo que no les concedería cosa alguna. :uerpo del difunto entrego a su muger para o enterrasse, y ella y los cinco regidores le eron muchas gracias [de] lo que por ellos auia o, y los frayles se lo agradescieron mucho y sron a su monesterio. Con tal aditamento fue rdon hecho, que los cinco regidores saliessen
villa y de toda [su] ¡urisdicion en perpetuo erro, y les quito los repartimientos que tenian
y condeno a cada yno dellos en quinientos duca- dos de buen oro para la espedicion y ayuda de la guerra que yua hazer a Diego Centeno. Estos di- neros se cobraron luego de los cinco regidores y de la viuda, aunque les peso dello grandemente, y también la viuda dio los dineros porque le querian quitar el pueblo que su marido tenia, y estos dine- ros prestaron los mercaderes por les hazer buena obra; de manera que fueron tres mil ducados los que tomo y robo este salteador de campos y po- blados. Esta era la pretenssion que Francisco de Carauajal lleuaua para hurtar y robar por fuerza a diestro y siniestro todo quanto dinero pudiesse hallar; y los cinco regidores fueron a cumplir sus destierros, porque el cruel tirano auia mandado y auissado a las justicias que estañan puestas de su mano, que si lo quebrantassen los ahorcassen lue- go. Mas después boluieron a la villa quando el presidente Pedro de la Gasea vino a recuperar es- tos estados, y les torno los cargos del regimiento y los repartimientos de yndios que tenian en enco- mienda por Su Magestad, y les consolo de la gran tiranía que auia vssado con ellos el cruel carnice- ro. Y por no estar occioso ni quieto en sus malda- des y carnicerías este gran Nerón, a otro día hizo vna donosa y diabólica crueldad; digo donosa por lo que aqui se dirá. Estaua en esta sazón preso en la cárcel publica desta villa vn Francisco Hurta- do, vezino del pueblo del Guayaquil, el qual era muy rico y valeroso en la tierra, el qual auia sido vn poco de tiempo capitán del Visorrey Blasco Nañez Vela y era gran amigo deste Francisco de
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Cara^uajal. Hase de saber que al tiempo que Juan de Acosta dio el alcance por la cuesta de Caxas y por el camino de Quito al Visorrey, se quedo atrás este Francisco Hurtado, que no le pudo seguir por falta del cauallo, y los alcaldes desta villa que es- tañan puestos por el tirano lo prendieron porque estaua en la comarca, auiendo proueydo alguazi- les para que buscassen a todos los soldados de Blasco Nuftez Vela. Y como era bien quisto y te- nia alli muchos amigos no lo auian castigado las justicias de la villa, como lo auian hecho de otros, ni menos le auian soltado ni dado por libre, de miedo de Gonzalo Pi<;arro que ya sabia que estaua preso. Mas con todo esto se andana passeando por la cárcel sin prisiones, porque auia dado buenas ñangas, y algunas vezes se yua a missa, y como supo de la venida del Maestro de campo se holgó por ello y tuuo creydo que lo mandarla soltar sa- biendo de su prisión, y le daria por libre, pues era su grande amigo. Sabiendo Francisco deCarauajal como Francisco Hurtado estaua preso, le mando soltar luego libremente, reprehendiendo mucho a los alcaldes hordinarios porque lo auian detenido tanto tiempo en la cárcel, y ellos le soltaron luego y el fue a dar las gracias a Francisco de Caraua- jal por tan señalada merced come le auia hecho. Quando el Maestro de campo le vido venir se fue a el con los bragos abiertos y lo rescibio amorosa- mente, mostrándole gran pesar de su tan larga prisión, haziendole quedar aquel dia consigo, com- bidandole a comer con gran regalo, haziendole muchas offertas y caricias. Francisco Hurtado se
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hinco de rodillas delante del para le besar las ma- nos y no lo consintió, antes lo abraco aleándolo de la mano, y el Hurtado offresciole su persona y bie- nes y le dixo que se queria yr con él á las Charcas por le yr siruiendo por el camino, y Carauajal le dixo que después de auer comido se trataría de aquel negocio. Pues auiendo ya comido y el Hur- tado con el, a vna mesa, como amigos, Carauajal embio a llamar al cura del pueblo, y siendo llega- do sin saber para que lo queria, se puso ante el y haziendo entrambos le deuida reuerencia se bol- uio a su amigo y le dixo con mucha cortesía y bue- na crianza, con el sombrero en la mano, lo siguien- te: Señor Francisco Hurtado, yo he sido siempre gran amigo y seruidor de v. m., como lo sabe muy bien, y como a tal le saqué de la cárcel y prisión en la qual auia estado tanto tiempo, haziendole aquel tratamiento tan bueno que v. m. ha visto. Hasta aqui he cumplido con la obligación que en amistad deue Francisco de Carauajal a Francisco Hurtado, y agora es menester que yo cumpla con lo que deuo al seruicio del Gouernador mi señor, y assi no puedo dexar de le hazer cortar la cabe- 9a (1) y por tanto me puede perdonar porque soy mandado. Aqui esta, señor, el padre cura; v. m. se conffíesse con el, porque yo no puedo hazer otra cosa sino lo que me mandan; y el Hurtado, oyen- do esto, se pasmo y se turbo mucho porque le co- noscia ser hombre muy cruel, y engañóse por la amistad que con el tenia, creyendo hallar la vida.
(1) Tachado: a v, w.
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y hallo la muerte, y al fin dando y tomando el vno y el otro y después de auerse conf fesado le corta- ron la cabera. Hecha esta crueldad salióse luego a passear por la villa con los suyos, con vn conti- nente soberuio, y otro día se fue con gran hincha- zón a oyr misa a la yglessia mayor y en saliendo della y estando a la puerta mando apregonar di- ziendo que el perdonaua en nombre de Gonzalo Pi^arro su señor a todos aquellos que auian anda- do en seruicio de Blasco Nuflez Vela. Y también hizo apregonar que todos los vezinos, moradores, estantes y habitantes en la villa, se viniessen a re- gistrar ante el, so pena de muerte y perdimiento de bienes, y que cada uno truxesse las armas y ca- uallos que tenia para que hiziessen demostración dellas, porque quería ver y saber que gente y ar- mas y cauallos auia. Los vezinos y moradores que auia parescieron mas de miedo que de voluntad, porque dellos vinieron á pie, y poquitos a cauallo, y mal armados, y todos se pusieron en medio de la pla^a como gentiles hombres. Y como era después de comer los estuuo mirando vn rato y luego en- tresacó de todos ellos hasta veinte soldados que le parescio que eran buenos y abtos para la guerra, y tomo todas las armas y cauallos que parescie- ron, para sus soldados y para los que auia de ajun- tar después en otras partes. Hechas estas cosas se salió otro dia de la villa para la cibdad de Truxi- lio con cinquenta soldados, y la vezindad con los demás quedaron bien espantados y amedrantados, que tuuieron creydo todos que la cosa passara adelante y que mandara destruyr toda la villa, co-
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mo ya se publicaua por toda ella. De manera que todos ellos quedaron bien escarmentados, y assi quando le noihbrauan se santíguauan del como del demonio; no me espanto de esto, porque como se vera en estaobra el fue el mas cruel y endiablado hombre que uvo en esta tierra, que cierto se pue- de contar en el numero de los tiranos que 'uvo en el mundo. Partido que uvo desta villa se fue por su camino adelante a la cibdad de Truxillo, y en- trando por ella fue rescebido del cabildo y vezin- dad con demostración de gran plazer y alegría, aunque con rezelo que les baria algún mal como lo auia hecho en Sant Miguel, que luego corrió la nueua de lo que hizo. Lo primero que mando des- pués de estar bien apossentado fue embiar a lia-» mar al capitán Melchior Verdugo, y entre otras cosas que passaron entre ellos el Carauajal le tra- to muy mal de palabra y lo quissiera hazer de obra, porque se auia mostrado mucha parte con Blasco Nuñez Vela. Y sin duda le ahorcara o le mandara cortar la cabera, y assi estuuo muy a canto de se la cortar, sino le diera, a según las gen- tes díxeron, de cohecho, dos mili ducados de buen oro, y con esto le despidió buenamente amones- tándole fuesse buen amigo y seruidor de Gonzalo Pi^arro su señor. En saliendo Melchior Verdugo de casa del Maestro de campo se fue a la suya y luego a boca de noche caualgo en vn cauallo, y su persona bien armada, se fue con vn buen criado ue tenia a su pueblo de Caxamalca a esconderse, • como supo después que era ya passado adelan- e, se tomo a la cibdad y se algo con ella y se fue
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icaragua, como ya tenemos dicho atrás. En clbdad tomo Francisco de Carauajal todo el y plata que hallo en la caxa de Su Magestad y 03 thenedores de difuntos, y tomo prestados, o mejor decir, robados, de los vezinos y merca- ís, cerca de dos mili ducados de buen oro ber- 0, a nunca pagar, porque no los lleuasse consí- , la Sfuerra, ca hizo vna demonstracion para los ar. As5imÍsmo tomo los cauallos y las muías hallo entre los vezinos, y saco desta cibdad renta hombres, a los quales dio lo que uvieron lester para el camino, y repartió entre ellos armas y cauallos que tomo de los cibdadanos. manera que Francisco de Carauajal yua ha- do por este camino todo quanto mal podia y e anEojaua, como tirano cruel y soberuio, y to- la quanto quena sin que nadie le fuesse a la 10 que era cosa temeraria lo que hazia, y con > se fue 9 la cibdad de Lima. Quando entró en ibdad le salieron a rescebir los regidores y :hos vezinos con demonstracion que les plazia u llegada, y se fue apossentar derechamente a mismas casas, que las tenia muy buenas, en de fue muy [bien] rescebido de su muger Doña halina de Leyton. Después de apossentado, a I dia le fue a visíur el theniente Loren?o de Al- a con algunos cibdadanos principales y estuuo un rato con el y con su muger, hablando en na conuersacion de diuersas cosas, y de alU se A su possada con los que auian ydo con el. ncisco de Carauajal determino de dar descan- , su cuerpo, que venia cansado del largo cami-
CAPITULO II
DE VNA BRAUOSA CARTA QUE FRANCISCO DE CARAUA- JAL ESCRIUIO A GONZALO PIQARRO, Y DE LAS COSAS QUE EN LA CIBDAD HIZO, Y PARTIÉNDOSE DE AQUÍ SE QUISO ALCAR CON ELLA EL CAPITÁN DE LA GUARDIA DE BLASCO NUÑEZ VELA, Y DE OTRAS COSAS QUE
PASSARON
Después que Francisco de Carauajal uvo lle- gado a la cibdad de Los Reyes y después que uvo descansado del largo camino que auia traydo, lo primero que hizo fue pedir a los officiales del rey quatro mili ducados de buen oro para gastar alli en cosas que auia menester para la guerra, los quales se dieron luego, que no ossaron hazer otra cosa porque el tirano lo auia escripto a ellos para que se los diessen y que después los cobrarían de sus rentas y tributos. Luego otro día pidió a Lo- renzo de Aldana que le diesse diez arcabuzeros de los que tenia en su guardia, y el se los dio luego, y también hizo algunos soldados que auia en la cibdad, a los quales dio algunas armas y cauallos proueyendoles de otras cosas que uvieron menes- ter para llenar por el camino. Compro assimismo mucho damasco carmesi y blanco, mucho tafetán
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blanco, negro, azul, pardo, colorado y amarillo, y del damasco colorado y blanco mando hazer dos estandartes, el vno mayor que el otro, con muchos fluecos y borlas de oro y áeda, que eran entram- bos quadrados y de buen tamaño. Assimismo de los tafatanes se hizieron tres vanderas quadradas, que hasta allí no la auia aleado ni. la traya por no la Ileuar enhiesta hasta llegar a la cibdad del Cuz- co, en donde auia de reforjar su exercito de la gente que le auia de dar el theniente Alonso de Toro. Estauan en esta sa^on en la cibdad de (1) Lima los capitanes Alonso de Monrroy y Antonio de Ulloa que auian venido por la mar, de la pro- uincia del Chile, por socorro, y sabiendo Francis- co deCarauajal a lo que venian los embio a llamar, los quales venidos les hablo muy largo preguntán- doles muchas cosas, y al cabo se les ofrescio mu- cho en todo lo que uviessen menester, y ellos se lo agradescieron mucho. Y con esto les tomo lo§ re- caudos que auian traydo para llenar ante Su Ma- gestad, y se concertó con ellos de escreuir a Gon- zalo Pigarro, su señor, que estaua en la cibdad de Quito, para que el le[s] diesse fabor y ayuda de gente y armas para que lleuassen al Chile, y la carta braua que le escribió fue de la forma si- guiente:
Muy yllustre Señor: Yo me partiré de aqui a
mañana, mediante Dios, y lleuo conmigo cerca de
doscientos hombres con todos, y entre ellos los
'ez que v. s. me dio en Quito, con los demás que
1} Tachado: Cu%c«,
G. DE Santa Clara.— IV.— 3.*
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he allegado por el camino y los que desta cibdad salen, que cierto por serair a v. s. van de muy buena voluntad; yo les he proueydo de algunas cosas que han auido menester. Alonso de Mon- iToy, capitán del capitán Pedro de Valdíuia, vino aquí de la prouincia del Chile en la nao de Juan Baptista, criado que fue del comendador Hernan- do Pi^arro, en que fue Alonso Calderón de la Bar- ca, y vienen por socorro de gente y armas y con buenas nueuas, y traen algunos dineros, aunque bien pocos. Y auiendole yo encaminado al dicho Alonso de Monrroy para v. s. y estando ya de par- tida para essa cibdad, le dio vna enfermedad que en tres dias murió; dizen los médicos que fue ramo de pestilencia; yo digo que ellos le mataron no sa- biéndolo curar, ni entendieron su enfermedad. Ago- ra queda aquí el capitán Juan Baptista, que es el que digo, señor de la nao en que vinieron, y vn hijo- dalgo llamado Antonio de Ulloa, natural de Cace- res, que vino con ellos del Chile con grandes pode- res de Pedro de Valdíuia para negociar en Castilla sus cosas ante Su Magestad. Y porque me ha pa- rescido que el no vaya a Castilla ni a Borgofia sin dar razón a v. s, de a lo que viene, se lo embio alia para que se ynforme del y se vea lo que trae, y después de bien ynformado no le dexe yr a parte alguna, sino que lo detenga consigo, porque no es menester que de parte de Pedro de Valdiuia se ne- gocie con el rey, si no con v. s-, y no aya otro que le pueda ayudar ni valer, solo porque siempre Valdíuia tenga fin y proposito de seruir a v. s. por los benefficios y socorros que de las gouernacio-
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ncs de V. Sí de cada dia le pueden yr y el recebir. Esto qae he dicho lo digo para grandes effectos y fines que no son para escreuir en carta, y bien se lo que digo; pero si t. s. fuere seruido de otra cosa y mandare qué se socorra, me embie a mandar lo que fuere seruido, que yo le daré gente quanta Y. s. me embiare a mandar. Y esto v. s. lo podra solo entender mejor que otro alguno, porque sabe la confianza que tiene de Pedro de Valdiuia y la que se puede tener; pero a mi me paresce que auiendo de yr socorro vaya vn capitán de v. s. para que aquella gouernacion se comunique y se ate con esta, que sera gran bien y prouechoso. Y si acaso mañana se muriesse Pedro de Valdiuia, puede quedar todo por de v. s., como lo estara en poder del capitán con quien v. s. le embiare el so- corro, y assi tememos reparado lo del estrecho de Magallanes y serán todos estos mundos vnos y términos de v. s. El capitán que alia va es mi glande amigo y conoscido y es hombre de bien y humillde, y mas lo es Pedro de Valdiuia, pero crea V. s. que con todas estas sus buenas costumbres quando ya está en ayre de ser Gouernador siem- pre lo querrá ser antes que dexar que lo sea Sant Pedro ei/Roma. Y assi por esto como por lo que pCKlria venir por el estrecho de Magallanes, es bien que v. s. mire bien lo que sobre esto del Chile se uviere de hazer y proueer en el casso, porque cierto es vn negocio^muy hondo, ymportante y bien califficado y que nadie 16 entiende tan bien como yo lo entiendo, que andando el tiempo lo diré y me aclararé con v. s.
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Entre tanto que este hidalgo va a besar las ma-^ nos a V. s. y buelue, queda aquí el capitán Juan Baptista, señor de la nao, y procura aderes9allá áe algunas cosas que aura menester para su naue^ gacion; v. s. le escriua y faborezca diziendole que V. s. le entiende honrrar y aprouechar mucho> assi en cargos honrrosos de capitanías de la mar y de la tierra, como en otras cosas que se offres- can, porque es honrrada persona y tiene platica de la tierra y de los aguajes, ensenadas y puertos de toda la costa del Chile. La nao de Pedro Díaz en que van estos despachos lleua también mucha poluora de la que se haze en esta cibdad, para la armada, y doscientos y veinte quintales de bisco: cho; V. s. mire mucho por ella, en especial su sa- lud, que estas dos cosas nos ternan en pie de aquí a mili años a pesar de reyes y aun de Papas. Núes-» tro Señor la muy yllustre persona de v. s. conser: ue con aquel contentamiento, prosperidad y salud que V. s. meresce y dessea. Desta cibdad de Lo^ Reyes a veinte y cinco de otubre de 1546 años. Be- sa las manos de v. s. su criado Francisco de Cara- uaj'al.
Muy bien le quadran a este hombre brauonel y tan soberuio los refranes verdaderos que suelen dezir a tales ynsensatos como el: Vno piensa el vayo,y otro el que lo eptsilla; quien todo lo quiere ^ todo lo pierde; como le acontescio a este desati* nado, que hazia la cuenta sin la huéspeda y le salto el agraz en el ojo por su mal, y tiro coses contra el aguijón y le salto en la cara, como ade- lante diremos, mediante Dios. Despachada, pues.
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lia que era alcalde hordinario en aquel afio¿ Dieronse tan buena mafia estos caualleros, aun- que fortuna les fue muy contraria, que en bre~ ues días hallaron más de cinquenta hombres, que todos erarf por la mayor parte jugadores y de la vida ayrada, que no tenían que perder, y quan- do este yndomito hombre passo se escondieron todos del porque no los lleuasse consigo á la gue- rra. La yntencion que tuuieron estos hombres fue^ a Jo que dizen, matar a los dos sobredichos y to- mar el dinero de Su Majestad y de mercaderes, y ajuntar mucha gente, y de aquí yr en busca de Diego Centeno por el camino que llaman de los Llanos, porque Carauajal yua con los suyos cami- no de la sierra. Y que en llegando ellos a la pro- uincia de las Charcas, ajuntarse con Diego Cente- no y dar batalla a Carauajal, en donde tenia espe- ranza en Dios que lo vencerían y matarían y que después yrian desde allí a dar fabor y ayuda al Vísorrey, que andana corrido de Pi<;arro y de sus sequaces, yendo por la mar en nauios. No falto- quien de todas estas cosas auisasse a Lorenzo de Aldana y a Pedro Martin de Cecilia, y como a los dos les yua las vidas y saludes, luego el theniente fue con sus árcabuzeros y alabarderos que eran de su guardia a casa de Vela Nuñez el Júnior^ al qual prendió y lo lleuo a su casa. Pedro Martin de Cecilia hizo lo mismo por otra parte, que pren- dió como alcalde hordinario a ciertos conjurados^ y por mejor dezir de los leales, y los hizo lleuar a la cárcel publica y los hecho en fuertes prisiones juntamente con Vela Nuñez el Júnior que fue pa-
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ta otra Dofla Francisca Pi<;arro y Dofla ger de Don Aotonio de Ribera, roja- mente por el al thenieate Lorenzo de a que le perdonasse la vida, y el lo hizo mente y sin pesadumbre, que ya yua ¡cota que esta en medio de la plaga. Y esecutasse en algo ta sentencia y por atemorizar a los demás, hizo Pedro ^cilia que le cortassen no mas de la :ha, lo qual se executo. que no bastaron uplicaciones de los hombres buenos de Por lo qual el dicho Pedro Martin de a bozes y dezía con rauia que le dexa- justicia de aquel delinquente; ííÍ no, que a a Gonzalo Pi^arro su señor; y por iron passar adelante con su maluada y itencion. Después de cortada la mano ; curado el cirurgiano, lo Ileuo al mo- Sancto Domingo, en donde le hizo to- rrea los hábitos, amenazándole que le vida si de allí saliesse, y ei se lo prome- o assi guardar y cumplir dio fiadores después se salió del monesterio quan- Jente Gasea vino a la tierra-
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concertado de le quitar la vida, como lo vería mas largamente en las conffessiones de los tres que es- tauan acá presos, y que mírasse mucho por su sa- lud y vida. Lorenzo de Aldana le escriuio por su parte sobre este negocio, y de como auia sabido por nueua cierta y por via de fray Pedro Mafloz, el mercenario, y de los amigos que tenia en la cib- dad de Truxillo, como Melchior Verdugo se auia aleado con la cibdad y que luego se auia salido della llenando mucha moneda que auia tomado de la caxa de Su Magestad y de diffuntos y vezinos. Y demás desto que auia tomado por fuerza vn na- uio que estaua en el puerto, y que se auia embar- cado en el con algunos que le auian dado fabor y ayuda, y que no sabia el viaje que lleuaua y que le páresela muy mal estos leuantamientos, que se adeuinauan por ellos grandes males. Y que por tanto, vistas sus letras, tuuiesse por bien de venir- se a la cibdad para que con su presencia mitigasse estos males y espantasse a los perturbadores de la paz y animasse a los seruidores de Gonzalo Piga- rro para que no decayessen de su buena ynten- cion. Al tiempo que Francisco de Carauajal llego cerca de la cibdad de Sant .Juan de la Frontera, que es en Guamanga, rescibio esta niensajeria, y luego mando secretamente a Pedro de Castañeda, su sargento, prendiesse a los tres nombrados, y para ello le dio veinte arcabuzeros y el fue a las tiendas y prendió a Martin Zambrano y Alonso de Pineda. Al tiempo que quissieron prender a Peru- cho de Aguirre no se dexaua prender, antes hecho mano de su espada y se deffendio con ella valien-
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> de los tormentos tan rezios que les dauan, y le Pedro Martin de Cecilia les mando que di- n que los tres que yuan con Carauajal erail uel negocio, porque los quería mal, y que lo )R assi porque los dexassen ya de atormen- ue estauan hechos pedamos. Quando el escri- miro en este hierro que auia hecho de auer el testimonio antes de la retifñcacion de los i, saco luego otro traslado signado, de las issiones y ratifñcaciones contrarías, [con] el mbio por la posta a vn espadol y a su costa, auajal, y quando llego no fue de ningún o. que ya los tres estauan muertos. Assi el escriuano supo destas muertes que por su lertencia se auian causado, le peso dello emente y arrepentido de su gran hierro se
frayle en el monesterio de Sancto Domingo; entro del afto dexo los hábitos y se fue con sidente Gasea a la batalla contra Gonzalo "O- También el dicho Pedro Martin de Ceci- ;o entrar por fuerza al dicho Juan de Guz- ín el monesterio de nuestra Señora de la ;d, en donde tomo los hábitos, mas después xo quando vino el licenciado Gasea y se fue 1 a seruir a Su Mageslad. De manera que uan de Guzman escapo dos vezes de la muer- a vez y otra quando Loren90 de Aldana lo \ó en esta misma cibdad y por no hazer jus- el lo embio a la cibdad de Quito para que la siruiesse a Gonzalo Pii;arro, como atrás
dicho, y después se boluió desde el camino lallarsse en este negocio. Después que Fran-
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cisco de Carauajal uvo ahorcado a estos tres hom- bres, y auiendo entrado enGuamanga, en donde fue muy bien rescebido, y auiendo rescebido los despa- chos, sin hazer cosa alguna dio luego la buelta a Li- ma con los suyos, yendo por la posta, y sin parar en ninguna parte anduuo en seys días las sesenta leguas que ay de vna parte a la otra. Llegado a la cibdad fue muy bien rescebido de Loren9o de Aldana y de los cibdadanos, porque vn día antes lo auian sabido- por Francisco de Cantillaha) su apossentador, que auia \ enido adelante por la posta en vna muía muy andadora, con su mandado. Queriendo Carauajal passar adelante hazia la- cibdad de Truxillo para castigar a los que hallasse culpados, rescibio car- tas de fray Pedro Muñoz y de los alcaldes y vezin* dad de aquella cibdad haziendole saber todo quan- to el capitán Melchior Verdugo auia hecho en ella. Assimismo de como el y los que le segiiian se auian ydo fuera de la tierra, por la mar, y que no- sabían adonde yuan encaminados, y como todo el pueblo estaua en seruicío de Su Magestad y a de- uocion de Gonzalo Pi^arro, y que todos los vezinos, estañan quietos y paciffícos, de lo qual se holgó en gran manera este tirano. Lorenzo de Aldana le dixo que de su voto y parescer no fuesse a Truxi- llo, por lo que de aquel pueblo le auian escripto,. porque no hallaría a ninguno de los culpados, pues. se auian embarcado con Melchior Verdugo en el nauio, y que su yda seria de ningún effecto sina era cansarse. Y que mejor seria seguir su buen ca- mino con la empresa que lleuaua, que era mas ym- portante y necesaria que la de Melchior Verdugo».
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porque si se tardaua podria ser que Diego Cente- no reffor^asse mas su pequeño exercito con U gente que de diuersas partes le podían acudir» y auria después gran dífíicultad en vencelle. Fran- cisco de Carauajal, que entendía todo esto muy bien, tomo el parescer y consejo de Lorenzo de Aldana y de otros cibdadanos que también se lo aconsejaron que assi lo hiziesse porque con- uenia mucho su presteza para dar buen fin a lo que yua. Otro dia, domingo, en la maftana hor- deno que se bendiciessen en la yglessia mayor los estandartes y vanderas que elauia mandado hazer, por el Reuerendissímo obispo Don fray Gerónimo de Loaysa, y sobre si se auian de bendeztr o no, passaron entre Lorenzo de Aldana y Francisco de Carauajal malas palabras y peores razones. Y con todo esto estuuieron a canto de venir a las .manos para matarsse, dentro de la yglessia mayor, por* que auia de vna parte a otra muchos arcabuzeros que procurauan de deffender a su capitán y offen- der al contrario, como eran obligados a lo hazer como agradescidos y buenos soldados. Loren90 de Aldana dezia que las vanderas no se auian de ben- dezir pues no yuan contra moros ni contra otros ynfíeles, que también eran xpianos los de Centeno, como ellos, y y^randes seruidores de Su Magestad, pues assi lo publicauan, y que el estandarte que Diego Centeno (1) tenia se auia aleado en nombre de Su Magestad, a quien todos pretendían seruir. Francisco de Carauajal dezia que las vanderas se
(l) Tachado: auia alfada.
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auiande bendezir a pesar de quien le pesasse» y el que no las consintiesse bendezir, que no era amigo de Gonzalo Pi^arro, y que con justa causa y razón podían castigar a los traydores que se auian al9a- do contra el Rey y contra Gon9alo Pi^arro su se- ñor, matando las justicias que tenia puestas en nombre del Rey. Y como estas cosas yuan de mal en peor, luego el Obispo y el regente y cibdada- nos se piissieron de por medio, que los apacigua- ron por aquel dia, aunque no quissieron ser ami- gos; mas en fin, al fin se bendicieron las vanderas por el cura de la yglessia por agradar en algo a este fierabrás y endemoniado hombre, de lo qual se holgó mucho, aunque Lorenzo de Aldana no se hallo presente. Después que todos se salieron de missa y después que todos uvieron comido se pu- blico aquella tarde como Lorenzo de Aldanapan- daua hordenando de matar a Francisco de Cara- najal aquella noche, y viniendo a noticia del car- nicero determino de adelantarsse y matar al the- niente, diziendo: antes que este me quiera cenar, entiendo yo de me lo merendar. Con esto aperce- bio a toda su gente, que eran mas de doscientos hombres de a cauallo y arcabuzeros, para yrse a casa de Lorenzo de Aldana, y estando ya aperce- bidos para yr llegaron los buenos de la cibdad, que fueron auissados, [y] no los dexaron salir el vno ni al otro de sus casas, y assi se velaron en- trambos toda la noche rezelandose el vno del otro; mas en fin, ellos no se acometieron. En amanes- ctendo torno el Obispo \' muchos caualleros, y Doña Francisca Pigarro por su parte, a quien res-
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iuan mucho todos quantos auia en la tierra, y » Ygnes, muger de Don Antonio de Ribera, [y] >ni;aron todos de- los poner en paz y en buena ordia tiaziendolos amigos. Loren<;o de Alda- xo que no se moueria de su possada contra el itro de campo, mas que se fuesse de la cibdad i que se perturbasse la gente o antes que su> -sse en ella otra cosa de mal, y assi dio su fee abra de no hazer cosa alguna si no le yncita- ^ara ello. Francisco de Carauajal, como esta- luy furioso y con gran coraje contra Loren9o Idana, salió a vna esquina de la pla<;a para yr tar a su contrario, y Lorent^o de Aldana salió >ien a la puerta de palacio con sus arcabuze- ' muchos cibdad anos y otras gentes que le n fabor y ayuda. Como estaua de por medio íuerendissimo Obispo y todos los buenos de la id, como hemos dicho, tomaron de nueuo a los :ar; que si por ventura o desdicha se tirara vn ^uza^o de alguna de las dos partes, se tiene :ierto que se reboluiera la cibdad y se viera ran aprieto. Viendo Francisco de Carauajal )ispo y a los buenos del pueblo que estañan 3r medio, mando luego a todos sus soldados ;e fuessen a sus casas y que con presteza en- sen sus cauallos y cargasscn el fardaje que n, porque a la hora se queria partir, y assi se que todos se salieron de la cibdad. El Maes- i campo yua con rauia y jurando por el cami- le Lorenzo de Aldana se lo auia de pagar en 1 tiempo, y Lorenzo de Aldana dezia otro ; mas nunca se vieron, qu?Francisco de Ca-
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CAPITULO IV
no FRANCISCO DE CARAUAJAL SE FUE POR SUS 7AS CONTADAS A LA CIBDAD DEL CUZCO, Y DEL IHIBNTO QUE SE LE HIZO, Y DE COMO AHORCO :0 VEZ1N05 PRINCIPALES DELLA, Y DB OTRAS QUE FASSARON EN EL VNTER QUE ALLÍ ESTUVO
spues que el Maestro de campo Francisco rauajal mando apercebir a sus soldados para ar, y estando ya todos a cauallo con las van- tendidas, a su puerta, se salió de la cibdad ran enojo y furia y no quiso yr por la cibdad it Juan de la Frontera, que es en Guárnan- lo por el camino Real que llaman de los Lla- ue es por la costa de la mar. Caminando este
0 hombre por sus jornadas contadas llego al 3 de la Nasca, en donde hallo muchos ba.sti- >s que los yndios le tenían ajuntados, mas de
1 que de voluntad, porque no los quemasse, i descanso algunos días por llenar las gentes ansadas y las caualgaduras muy fatigadas. ; algunos días se puso en camino; dexando los Llanos tomo el de la sierra y fue a dar al o Real de la sierra, mas arriba de la cibdad amanga veinte leguas, atrauesando las sie-
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rras de los Locumaes y de Condesuyo, que en esta sazón estauan muy neuadas y en donde haze gran- dissimo írio, y con mucha borden se fue por su ca- mino adelante hasta que fue a parar a quatro le- guas de la cibdad del Cuzco, en vn pueblo llama- do Jaxaguana, para entrar en ella otro día tempra- no, a comer con todos los suyos. Estando en este pueblo mando apercebir a sus soldados para que fuessen armados, y repartió entre los arcabuzeros mucha mecha y poluora fina que lleuaua en boti- jas cargadas en yndios y muías, y les dio plomo para que hiziessen balas, y esto hizo porque se re- zelaua del theniente Alonso de Toro por las ene- mistades passadas y particulares que entre los dos auia porque le auian quitado por su causa el cargo de Maestro de campo y por otros pundonores que «ntre los dos auia. Otro dia madrugaron bien de mañana y se fueron todos a la cibdad con las van- deras tendidas y caminando al son de los atam- bores; ya que estauan en el llano que llaman de Carmenga le salieron a rescebir mas de ochenta muchachos de diez a doze años, todos muy gala- namente vestidos a la soldadesca y con sus arca- buzes en las manos, que a la vista de todos pares- cian muy bien. Y al tiempo que emparejaron con el dispararon muy gentilmente sus arcabuzes ha- ziendole vna braua salua, y el caudillo destos mu- chachos fue vno llamado Hernando Bachicao el mogo, hijo del gran cosario Hernando Bachicao, lue era ahijado deste Francisco de Carauajal, y auego le tomaron todos en medio. Assi como los nuchachos dispararon sus arcabuzes, luego de re-
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pente salieron de traues mas de cient arcabnzeró^ que salieron de vna emboscada y comentaron a tirar por lo alto con balas y perdigones que Ueua- uan, que assi les fue mandado que lleuassen los. arcabuzes cargados. Francisco de Carauajal sin- tió bien sentido esta salua que los arcabuzeros le hizieron, mas el lo supo dissimular lo mejor qu6 pudo haziendo demostración que no lo entendía, y assi se pararon todos hasta que Alonso de Toro llego a el con toda la vezindad y se hablaron el vno al otro, mas no se abracaron como lo suelea házer los buenos amigos quando se rescíben en vno. Assi como los dos capitanes se hablaron, lue- go hizieron lo mismo los demás vezínos, que los vnos y los otros se saludaron cortesmente, y con esto comentaron de abaxar por la pequeña cuesta de Carmenga y delante del yuan los muchachos todos a cauallo, y a su ahijado lleuaua a sü lado yzquierdo, y assi entraron todos en la cibdad con demonstracion de mucha alegría, aunque algunos dellos tenian otro en los ánimos. Lleuaron a Fran- cisco de Carauajal a las casas de Hernando Ba- chicao, su compadre dos vezes, para que se apo- ssentasse en ella, porque eran hermanos en ar-- mas, y con todo esto Ueuo siempre a los mucha- chos por delante puestos en buena hordenan^a en buenos cauallos. Después de apossentado se des- pidieron del con mucha crianza todos los hombres y los muchachos y se fueron a sus possadas, ecep- to Hernando Bachicao, su ahijado, que no lo quiso despedir y se lo tuuo consigo todos los dias que alli estuuo y comia con el a vna mesa. Aloiiso de
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Toro no llego a casa del Maestro de campo por- que se fue por otra calle a su possada con todos los vezinos que le quisieron seguir de buena crian- za, y estos dos hombres si se auian de hablar des- pués auia de ser con mal semblante y por via de terceros. Los soldados que Francisco de Caraua- jal metió en la cibdad los hizo apossentar a mu- chos dellos que eran de los mas principales, en la misma casa, que era muy grande, y a los demás hizo apossentar en las casas de los vezinos que es- tauan mas cerca de la suya, y como era muy tarde se assento a comer. Otro día por la mañana co- mento de vssar sus acostumbradas crueldades y para esto mando hechar en la cárcel publica a Gregorio Sptiel, Pedro de Pineda, Hernando de Aldana, Diego Naruaez y Miguel de Estete, hom- bre viejo que auia sido Veedor de Su Magostad €n la conquista desta tierra y de los primeros hombres que entraron en el Cuzco a considerar los secretos del, como adelante diremos. Estos cinco vezinos eran de los principales hombres desta cibdad y estañan muy ricos y hazendados, y después de presos les embio vn clérigo para que con el se confíessassen porque auian de morir lue- go; sabido esto por la cibdad prestamente uvo muchos rogadores que yntercedieron por ellos, y no aprouecho nada, porque fue dar bozes en el de- sierto, do no auia virtud ni bondad. Mas en fin, al fin ellos fueron sacados de la cárcel a pie y sin pregonero que maniffestasse sus delictos, y los lle- naron a la picota con mucha guarda de gente de a cauallo y arcabuzeros, y alli fueron todos cinco
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miserablemente ahorcados sin saber nadie el por que. Quando llenaron a Hernando de Aldana a la picota estuuo en llegar alia mas de vna hora^ no auiendo mas de un tiro de arcabuz, porque fue haziendo tantos estremos y cuytas, tantas paradas, y fue tanto su llorar y gemir, que fue cosa estraña de lo ver y considerar, porque no- auia hombre que no tuuiesse mucha compassion y lastima del. Y assi los vezinos que yuan con el comen(;aron de llorar en velle a el llorar, que no auia hombre que no se condoliesse del y le desea- sse dar la vida, [y] juntamente [a] los demás conde- nados; mas en fin, por no le ver morir, de pura las- tima se fueron algunos dellos a sus casas maldizien- do las crueldades de Francisco de Carauajal. Un compadre suyo que yua con el, por le consolar le dixo que no se acuytasse tanto, que pues era viejo de sesenta y cinco años, que no rezelasse de to- mar con mucha paciencia la muerte, pues era cosa natural a todos. Y que al cabo y a la postre auia de morir, y que se esfforgasse en Dios y se enco- mendasse de todo coraron a Nuestra Señora para que le ayudasse a passar este trago tan amargoso^ poniendo el anima con el que la crio y la hizo de no nada. Hernando de Aldana respondió con gran- des sollozos y gemidos diziendo: ¡Ha compadrel no os marauilleis de mis cuytas, ni de mis lagri- mas, porque soy muy gran pecador y maldito hom- bre, que temo de passar por este transito porque me toma muy desapercebido y en rezio tiempo* Pues el dador de la vida la temió como hombre y en quanto hombre, siendo sin peccado, ¿por que
por [su] sancta passion. Estas palabras y otras di- xo sin mudar tan solo vn passo, llamando a Dios y a Nuestra Señora de todo coraron y a boca llena basta que llego a la picota, y rezando el Credo fue ahorcado a la postra, que los otros estauan ya ahorcados quando el llego. Quando aboicauan a estos cinco hombres se los estaua mirando el cruel carnicero, y boluiendose hazia donde estaua Alon- so Aluarez de Hinojosa, que estaua allí a cauallo, que era vno de los principales hombres de la ctb- dad y le tenia por sospechoso, le dixo por via de amenaza: Señor Alonso Aluarez de Hinojosa, yo- guemos a Dios de buen corafon para que nos de buenos temporales y qne se contente con aquella tnigajita que le hemos dado y offrescido; apiin- uuidole con el dedo a los ahorcados, de lo qual, los vezinos, atemorizados y rezelosos se fueron de allí a sus casas con gran pesar , con intento de no pares- cer ante Francisco de Carauajal. La causa y razón destas tan desastradas muertes destos cibdadanos, vnos dizen [fue porjque se carteauan con el Viso- rrey, y otros dix^ron que con (1) Diego Centeno, y que le vendían la cibdad, y que aula dias que an- dauan por alearse con ella dende que Alonso de Toro fue a las Charcas contra Centeno, y que tam-
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ian dicho mucho mal de Pi^arro y de Ca- , llamándolos de cismáticos, tiranos y tray- )tros diieron que no fueron ahorcados por isas, sino por roballes los dineros que te- ir quanto eran muy ricos y hazendados, y irtimientos de yndios se pussieron en ca-
Goni;aIo P¡i;arro su señor, para que los I que los yndios dauan fuessen para la subs- •n y espedicion de la guerra. Y assi pares- 1g:una manera ser verdad, que mando lue- jcudicioso Ileuar destas cinco casas a la Jo el oro y plata que tenian y todas las ca- : auia, que no dexaron cauallos, armas, es, yndios, negros, negras, y todo lo perte- :e A las cozinas. Y de todo este hecho no se e dello al thenlente Alonso de Toro, al leso grandemente y embiole a preguntar
que razón auia hecho ahorcar aquellos s; respondió que Gonzalo Pigarro lo man- que el era no mas de executor de hazer justicia, y Alonso de Toro oyendo esto lo > por la necesidad del tiempo. Hechas es- s en seruicio de Pii;arro y auiendo estado s en la cibdad, tomo la gente que Alonso
le dio, que fueron mas de doscientos hom- si entresaco los mejores que le parescio estauan armados, y algunos vezinos de la |ue eran aptos y buenos para la guerra, y ;unos cauallos que los vezinos te dieron. 'ezinos y soldados que alii rescibio y de los ;nia hizo trescientos y veinte hombres, di- |ue estos pocos de caualleros que Iteuaua
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bastauan para hazer lo que conuenia obrar, por- que el buen capitán que era afortunado y que Ue- naua la justicia y razón por delante, como el la lle- uaua, yendo en seruicío de Su Magestad y de Gon- zalo PiQarro, que no eran menester millaradas de hombres, porque eran mas estoruo que prouecho alguno. Pues rescebida esta gente y dada la bor- den qual conuenia de se hazer, comento a hechar fuera de la cibdad a los soldados, embiandolos po- co a poco al pueblo de Urcos, siete leguas de la cibdad del Cuzco, para que todos le esperassen alli hasta que el llegasse, para desde alli conti- nuar su jornada con la borden y concierto que se auia de Ueuar. Con esto comentaron los sol- dados a salir de veynte en veynte y de treynta en treynta, y se yuan derechos al dicho pueblo de Urcos licuando por delante todo quanto fardaje te- nían, que ciertamente auia soldado que lleuaua diez o doze yndios, y otros, carneros, cargados de ropa y comida, por hazer mucho del fausto, princi- palmente los vezino§, que lleuauan mas. Ya (1) no f altanan sino pocos para salir de la cibdad, quando cerca de medio día, antes de comer, se salió della Francisco de Carauajal con la mayor pres- teza que pudo ser, cauallero en su muía bermeja, que era muy andadora, y Ueuo consigo hasta vein- tecinco arcabuzeros y fue a parar aquella noche al dicho pueblo. Dexó mandado que los pocos que quedauan saliessen luego tras el, porque los aguardaría en el pueblo, y dexó a Dionisio de Bo-
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lia y a Pedro de Castafleda, su sargento, para ellos lo5 hechassen fuera, portjue no se le que- e alguno escondido. Quieren muchos sentir Alonso de Toro le quiso matar aquella tarde [ue el mismo Carauajal le aula amenazado - imente, ca le auian dicho malos terceros que a mucho mal del, y por esto se fue tan azele- imente al tiempo que se assentaua á comer, no comió bocado alguno. Dixo al tiempo que na, que si alli tuuiera consigo toda la gente, el matara a los toros y torillos, y que de los os dellos auta de hazer suelas y correas de ;apatos; mas que el lo dexaua de matar por no pesar y enojo a Picarro, que lo quería mucho, r no reboluer la cibdad, que estaua quieta y fica, porque pudiera ser que de vn mal proce- sen otros peores. En este pueblo de Vrcos mu- n hombre que se dezia Pedro Ortiz, que hazia de hermitaño en vna sepultura de yndios, y acabuche y ministril del Gouernador Vaca de ro, el qual, estando tocando su sacabuche se ■rebato vna bala de vn tiro gruesso, de entre nanos y la boca, sin le hazer daño ninguno. ipandose de la cruel batalla de Chupas en ie fue vencido Don Diego de Almagro el mo<;o ;1 dicho Gouernador Xpoual Vaca de Castro, letio que dentro de vna sepultura de yndios iria (1) a Dios, y assi lo cumplió. Dizen que ues de muerto, dende a tres días le hallaron ido de rodillas, sin tener mal olor, como si
CAPITULO V
DE COMO FRANCISCO DB CARAUAJAL HIZO Y NOMBRO CAPITANES Y ALFEREZES PARA SU EXERCITO EN El. PUEBLO DE CHOCUYTO, Y SALIENDO DE ALLÍ SE FUE AL PUEBLO DE AVOHAYO, EN DONDE EN LLEGANDO SE LE HUYERON VEYNTE SOLDADOS BUENOS
Auiendo Francisco de Carauajal ajuntado ya en el pueblo de Vrcos sus soldados que auian quedado en la cibdad del Cuzco, comento luego sin mas tar- dar de ponerse en camino con toda su gente, el qual yendo por sus jornadas contadas llego a vn pueblo llamado Puflo, con muy buena hordenanga, como lo hazia siempre que entraua en qualquier parte. En este pueblo hallo al capitán Alonso de Mendoza con doze arcabuzeros que auía días que lo estañan aguardando, el qual estaua allí como en frontera contra Diego Centeno, que Alonso de Toro le auia dicho estuuiesse aquí, los quales le rescibieron muy bien, y aqui descansaron dos dias. Estando en este dicho pueblo le dieron vnas cartas que Gonzalo Pi^arro le escriuia, por las quales le hazia saber de como el auia desbaratado al Viso- rrey, y de como el licenciado Benito Juárez de Ca- rauajal le auia cortado la cabe9a en la batalla cam-
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pal que se dio en los llanos de Quito, y assi le es- criuio todo lo que aula passado en ella.' Francisco dé Carauajal se holgó grandemente con esta nue- üa y todos sus soldados tuuieron gran plazer y ale- gría, y toda aquella noche y el día no hizieron otra cosa sino disparar los arcabuzes por el ayre y co- rrer sus canallos» y dezian de quando en qaando a grandes bozes: ¡biua el Rey y el Gouernador Gon- zalo Pigarrot También hizo aqui ahorcar a vna yndia, de los pies, y la cabera abaxo, y la causa fue porque se acuchillaron por ella dos hombres, que era el vno Hernán Pérez, su herrador, y el otro Francisco Miguel, su furriel. Al herrador hizo enclauar la mano, y al furriel le quito el cargo que tenia, desonrrando a entrambos mucho y braua- mente por lo que auian hecho, y los amenazo que si reyterauan en el cásso los auia de ahorcar; mas después fueron los dos grandes amigos. Fue Dio- nisio de Bouadilla y Balthasar de Cepeda, herma- no de Diego Vaisquez de Cepeda, quondan Oydor^ a rogar por la yndia, que se estaua ahogando con la sangre que le colgaua a la garganta, y que te- nia las vergüenzas de fuera, y que por ser muger la mandasse quitar de alli antes que muriesse ra- uiando y sin conffession. Carauajal respondió con vn remanso que la dexassen morir assi, pues ella con sus amores mataua a dos gentiles hombres, y que pues ella no auia tenido vergüenza en tener dos enamorados, que no era mucho las mostrasse agora a todos; mas dende a vn rato la quitaron sin que el lo supiesse. Otro dia por la mañana se pu- ssíeron todos en camino para Chocuyto, pueblo de
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Magestad, que en quatro jornadas llego a el, donde paro algunos dias aguardando a vnas es- is que auia embiado al ejercito del capitán Die-
Centeno. Y también se quedo por dar horden y ncierto en toda ía gente que tenia, y nombrar ca- anes, alferezes, sargentos y otros officiales para Jenar (1) su exercito y al9ar vandera, que hasta i no la auia al9ado. Primeramente nombro al ;ho Alonso de Mendoza por capitán de cierta Tanteria y arcabuzeria, y diole por alférez a vn onso de Herrera, natural de Carrion, y la van- ra que le dio fue toda negra con vn cruzero de ttan colorado que atrauesaua por las quatro juinas. De la otra tercia parte de la piquería y zabuzeria nombro a Pedro de Castañeda por ca- an, que auia sido su sarg;ento, y le dio por alfe- E a Francisco de Tapia, y la vandera fue azul 1 muchas ondas de tafetán azul y blanco y el izero fue de tafetán colorado. Luego nombro r capitán a Juan de Morales y diole por alfe- : a Juan Velez de Gueuara, y la vandera fue arteada de tafetán blanco y pardo, con vnacruz [orada que tomaua las quatro esquinas de la ndera, y le dio el resto de la otra tercia parte de
piqueros y arcabuzeros; de manera que cada pitan destos fue de piqueros y arcabuzeros. s capitanes de la cauallerJa fue el mismo Fran- co de Carauajal, y el otro, Martin de Almen- as, sobrino de Francisco de Almendras, al que rto la cabeca el capitán Diego Centeno en las
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Charcas; su alférez fue Francisco Carrillo, vezíno delacibdadde Guamanga. El alférez mnyor de Francisco de Carauajal fue Juan Jullio de Hojeda, vezino del Cuzco, y el estandarte era quadrado y de damasco carmesí, con franxas de oro a la re- donda; en la vna parte tenia las armas ymperia- les, y en la otra las armas que los Pi^arros tenían. Lleuaua este estandarte vn letrero bien grande, y si la memoria no me engaña dezia en esta manera: Por armas, aranas gané en virtud de aquel que me las pudo dar. Y el estandarte que tenia Fran- cisco Carrillo era de damasco blanco, con vnas franxas de oro y seda, que también era quadrado; en la vna parte tenia la ñgura de Nuestra Señora, y en la otra la del Señor Sanctíago, cauallero en vn cauallo blanco y con vna espada en la mano. Nom- bro por su Maestro de campo a Dionisio de Boba- dilla, y sargento mayor a Balthasar de Cepeda, y torno el cargo de furíel a Francisco Miguel, y nom- bro por apossentador a Francisco de Cantillana, y al cabo nombro sargentos menores y cabos de esquadras a los soldados que le parescio que eran diligentes para ello. Ordenadas estas cosas con otras muchas que eran conuenientes y necesarias a la guerra, a cabo de diez dias se puso en cami- no, el qual yendo por sus jornadas contadas llego al assíento de Ayohayo, pueblo de Antoño Alta- mírano, en donde descanso dos dias porque su gente yua cansada y por estar no mas de veinte leguas de los leales. Dezia muchas vezes a los su- yos que si auian de pelear contra el enemigo, que bien era yr descansados como los contrarios lo es-
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)orque pudiessen vencellos, y a esta causa ío en este paraje dos días porque se herra- :n los cauallos. Estando en el pueblo se le 1 veynte soldados; los cinco eran arcabuze- inco piqueros y diez de a cauallo, por lo o gran confussion y aun turbación en el >, que se tuuo creydo que se yrian muchos los ydos. Y por esto el Maestro de campo ■> de Bobadilla prendió a ciertos soldados nes se tuuo sospecha, a los quales ameoa- jalles tormentos y después la muerte, para lixessen lo que en el real pasaua, y no se líos cosa alguna, porque no supieron de la le los otros, o porque no lo quissieron de- ssi los soltaron libremente. Francisco de jal, como hombre astato, lo remedio sola- on hablar amorosamente á todos los suyos, >les que los soldados que se auian buydo i hecho por no hallarse en la batalla, de ^ de puro couardes. Y que los buenos y es- s caualleros como ellos, se auian quedado :ales para destruyr y malar a los enemigos ;alo Pifarro, y que no se le daua cosa al- ie se fuessen, que algún dia los hallaría si daua vida y que ellos se lo pagarían muy as con todo esto embio luego tras ellos a lartin, portugués, vezino del Cuzco, con rcabuzeros y otros tantos de a cauallo, los Fueron por el camino Real, que se tuuo Jo que yuan por alli al exercito de Diego J.Lope Martin y los suyos llegaron seys leí pueblo do Centeno estaua, y no hallan-
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dolos» ni rastro dellos, se boluieron luego y quan- do tornaron hallaron a Francisco de Carauajal otra jornada mas adelante, en vn pueblo llamado Xiquixica, en donde hizieron todos noche. Desde este pueblo se partió y llego temprano a una cié- nega grande que los antigos conquistadores lla- maron de los Xagueys, y antes que hiziesse otra cosa mando a los capitanes y soldados que pares- ciessen ante el con todas sus armas y cauallos, los quales venidos hizo dos esquadrones dellos: el vno de a cauallo, y el otro de la ynfanteria. A los de a cauallo, que eran ochenta hombres, puso en esqua- dron^quadrado, y toda la arcabuzeria puso a la re- donda de los piqueros, de quatro en quatro en hi- lera, y como estañan puestos en esquadron qua- drado los pusso a todos bien en borden con sus so- breseñales y vanderillas de raso carmesi y de ta- fetán blanco, pardo, amarillo, azul y negro, que parescian muy bien y mas de los que eran. Estan- do en esta borden el estaua assentado en vna silla grande, de frente de los dos esquadrones, desde donde se los estaua mirando, y como hombre ex- perto en el arte militar, de quando en quando, ya a los vnos, ya a los otros, les enseñaua todo aque- llo que auian de hazer al tiempo de Ja pelea. Man- daua vna vez a los de a cauallo tener las puntas de las langas leuantadas, y otra vez mandaua abaxa- llas prestamente, y después que tendiessen las puntas como que estuuiessen peleando con sus contrarios, y otra vez les mandaua boluellas sobre la manoyzquierda, y otra a la mano derecha, como f uesse menester en su tiempo y lugar. A los arca-
G. D« Samta Claha.— IV.— 3.* 4
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buzeros mando salir de quatro en quatro fuera de las picas, que estauan caladas, y que tirassen pres- tamente y que ligeramente se boluiessen a meter debaxo dellas, y que luego saliessen otros y tira- ssen como los primeros. Deziales que desta mane- ra Y con esta borden no se matarían los vnos ni los otros, mirando siempre a los compañeros que es- tauan delante, y que en todo esto no uviesse des- cuydo, sino mucha diligencia y presteza en tirar y con animo sossegado. A los piqueros mando calar las picas a todas partes, en donde se hizo dentro una buena fortaleza, y otras vezes les mandaua que tomando las picas por los recatones y puestas sobre los bracos yzquierdos, jugassen con ellas li- geramente dando botes de lanzadas a los enemi- gos como si ya estuuiessen peleando con ellos. Desta manera estuuieron mas de quatro oras los soldados exercitandose en las armas y tomando lición de su capitán, amaestrándoles de la forma y manera de como auian de pelear contra sus con- trarios. Acabadas estas cosas se deshizieron los esquadrones y cada vno se fue a comer a su tien- da, que era ya mas de visperas, y allí después de auer comido qomengaron de aderes^ar muy bien las armas y los arcabuzes y a reherrar (1) los ca- uallos para la batalla venidera, que se tuuo enten- dido que otro dia se diera muy braua.
(i) Ms. reherar.
CAPITULO VI
DE COMO EL CAPITÁN DIEGO CENTENO» SABIENDO QUE FRANCISCO DE CARAÜAJAL VENIA MUY PUJANTE CON- TRA EL, NO LE QUISSO AGUARDAR, EL QUAL SE SALIÓ CON TODA SU GENTE DEL PUEBLO DE PARIA, Y POR
QUE CAUSA LO HIZO
Sabiendo el capitán Diego Centeno que el Maes tro de campo Carauajal le venia a buscar con gran numero de gente, como sus espias se lo auian cer- tificado, tuuo gran rezelo, especialmente quando llegaron a su exercito Juan de Ribas y Pedro Montañés, de los veinte que se auian huydo del -campo de Francisco de Carauajal en el pueblo de Ayohayo, como atrás queda dicho. Estos dos sol- dados dieron noticia a Diego Centeno de la mala yniencion y proposito que su contrario traya con tra el, y que toda la tierra les era faborable y que los soldados venian rauiando por pelear y dar saco mano en todo lo que sus soldados tenian, y que todos venian armados y trayan muchos arcabu- ces y buenos cauallos. Yten, que venian con Fran- cisco de Carauajal muchos vezinos de la cibdad «del Cuzco, y que todos los que con el venian eran
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grandes seruidores de Gootalo Pi?arro, y que se auian huydo de su campo veynte compañeros que le venían a seruir como a verdadero capitán y leal seruidor de Su Mageslad. Y que los diez y ocho companeros llegarían presto porque venían por caminos no sabidos, mas que con todo no per- diesse punto de animo y esperan»;a de vencer a Francisco de Carauajal, porque en fin se hazia en seruicio de Dios y del Rey, mayormente que ve- nían con Carauajal algunos leales que estando cerca del se le passarian luego- De manera que I» que dixi;ron estos dos soldados a Diego Centeno y a Lope de Mendoza y a sus capitanes, de lo vno les peso, y de !a venida de los diez y ocho solda- dos les plugo dello, mas no llegaron a tiempo por- que ya Diego Centeno se auia ydo del pueblo. En fin, al fin, considerando Diego Centeno estas co- sas le parescio no ser conuenible aguardar a los contrarios, por los respectos que atrás auemos di- cho, y porque también tuuo rezelo de algunos de los suyos que le andauan maleando, que el bien quissíera dar la batalla y cierto el lo desseaua. Y" para determinarsse en esto lo puso en platica con los capitanes, los quales respondieron dizienda que mejor era para ellos aguardar allí al enemi- go, para ver si por ventura auria algunos solda- dos que se quísiessen passar a su exercito a 1:» voz del Rey, y que no auiendo ninguno se podría yr a la parte que mandase, que todos le siguirian de muy buena voluntad. Mirando bien Diego Cen ■ teño estas cosas, por vna parte, y tanteándolo por otra en saber de la venida de Francisco de Cara-
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uajal y de la mala 3*ntencion que traya, le pussie- ron en cuydádo y perplexidad, y mas quando supo que Lope Martin auia llegado seis leguas de alli. Y demás desro, [viendo] que ninguno de los solda- dos que hasta alli auia traydo Lope Martin, ningu- no dellos se le auia passado a la voz del Rey, tuuo creydo que era todo cosa de burlería lo que los dos huydos le auian dicho y platicado, solo porque aguardasse alli al contrario; por tanto procuro de no parar mas en el pueblo. También le certiffica- ron de como Francisco de Zuftiga y Juan Sánchez de Alanis y otros hombres de su exercito yntenta- uan pasarsse al vando contrario, matando prime- ro a el y a Lope de Mendoza, y por estas cosas y por otras muchas determino de no aguardar al enemigo, porque tuuo entendido que ganaria poco con su estada. Y con este acuerdo y determinación lo torno a platicar con el Maestro de campo Lope de Mendoza y con los demás capitanes, diziendo clara y abiertamente las causas y razones que le mouian para no aguardar al enemigo, ni era cor- dura estar mas en aquel pueblo. Y que era mejor yrse todos al pueblo de Chayanta, donde al pre- sente auia muchos bastimentos, los quales no ter- nia Francisco de Carauajal si viniesse en segui- miento dellos, y que alli se podria buscar conue- niente lugar y buen sitio para dar la batalla al enemigo. Ellos respondieron que todauia era bien estarse en el pueblo y no salir del hasta en tanto que viessen al enemigo, porque si se yuan de alli les notarian de couardes y pusilánimos; sino que se diesse la batalla al tirano y que Dios les dada
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victoria contra los enemigos, pues seguían cosa ynjusta. Y que si no la quería dar por los respec- tos que dicho tenia, que hiziesse todo aquello que mejor le paresciesse porque sus honrras no que- dassen amanzilladas y anduuiessen después en boc.'i de las gentes maldizientes. Tuuo creydo Die- go Centeno y otros que seguían su voluntad y opi- mon, que llegado Francisco de Carauajal al pueblo- de Paria y no los hallando allí, que luego [se] des- haría su exercito porque sus soldados se yrian y se ausentarían de su campo por no le seguir en taa largo y fastidioso camino, y por la falta de la comi- da, que no la hallarían. Y que deshecho el campo- contrario luego ellos darían sobre los pocos que quedassen y que fácilmente los podrían vencer; todo lo qual les salió al reues de sus pensamientos, porque no uvo lugar a estas cosas, antes aquella noche se resumió de no le aguardar, como dicho tenemos. Otro día por la mañana embio Diego Centeno a Lope de Mendoza con la mitad de la gente al pueblo de Chayanta, como ya lo auian consultado en su acuerdo que a.ssi se hiziesse por los respectos ya dichos. Y con la otra parte de los soldados se estuuo quedo en el pueblo de Paria > aunque a la verdad estauan ya todos puestos a la ligera, porque auian embiado adelante todo el far- daje, y también embiaron los yndios y las yndias de seruicio que todos tenían y todo lo que les pu- diera embarazar en el camino. Desta manera se diuidio el campo de Diego Centeno hasta ver lo que haría Francisco de Carauajal no hallándolos en el pueblo, porque a la hora que paraua y assen-
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taua su real luego lo sabia por las espías de yndios que tenia en el campo de Francisco db Carauajal. Pues continuando el tirano por su camino llego a tres leguas de los leales, a horas de missas mayo- res, y se pusso junto a vn arroyato de agua, y como ya estuuiesse alojado con todo su exereito le fueron a dezir ciertos yndios espías suyas de como Lope de Mendo(?a se auia salido del pueblo de Pa- ria con mucha gente, y que Se yua camino de Cha- yanta. Y que el capitán Diego Centeno y el Padre vizcayno Pedro Ruyz le estauan aguardando en el pueblo con muchos arcabuzeres, y que todo el far- daje, yndios, yndias y los cauallos demassiados que tenían los auian embiado adelante; mas que ellos no sabían a que proposito lo aui^ hecho. Destas nueuas le peso grandemente y mucho qui- siera que no se huyeran (1), sino que los aguarda- ran en el pueblo para que se diera la batalla o que se pussleran en la su merced para que el los per- donara, porque dezia que si viniessen que el les haría grandes mercedes en nombre de Gonzalo Pi^arro su seflor, porque se concluyeran ya estas renzillas y contiendas; mas viendo que no podía ser, lo disimulo con vn sospiro que dio muy gran- de mirando hazia el cielo. Pues sabiendo Caraua- jal esto mandó luego a los capitanes y soldados que todos caualgassen prestamente en sus cauallos y mulasy siguíessen tras sus vanderas y estandartes, y assi lo hizieron todos, ca vierades alli en aquella
(i) Tachado: >M«i>riiM
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el rumor y la priesa que tuuieron en el ensi-
enfrenar, que fue cosa estrafla de ver la vo- d con que lo hazian. Hedió (lia era y viernes o de la semana sancta quando los piíjarristas nparon de marchar contra los del capitán iCenteno.yendo todos juntos y puestos en es- •on en sus cauallos y muías, assi piqueros
arcabuzeros. Y cassi a vna legua del pueblo ítraron con el padre Vizcayno, en vn (¡rran , con ochenta arcabuzeros que yuan por co- ires y descubridores del campo para ver
venian sus enemigos y que borden Ileuauan ran muchos. El padre Vizcayno [v sus arca- ■os], como vieron al enemigo tan cerca que
marchando con los suyos, les parescieron os mas de los que la fama publicaua, y esto iso por amor de tas veletas de diuersas colO' ie los pi^arristas trayan puestas en las me- ;eladas y en los sombreros. El padre Vizcay- 3 perdiendo punto de animo, ni menos los su :omen9aron con s^ande furia a tirar sus ar ■es contra los pifjarristas, y las balas no alle^ n a ellos, por estar, como estauan, muy apar-
los vnos de los otros. Los arcabuzeros de Liajal, queriendo tirar a los leales con la mis- iria, les mando que no lo hiziessen porque se- istar la poluora y las balas en vano, y que no jassen en los pocos, sino en los muchos, que
mayor honrra para ellos, y a esta causa no an, antes marchauan con gran silencio su a poco contra los corredores que a mas an- e yuan retirando. Llegados, pues, los corre-
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dores al capitán Diego Centeno, le dixeron lo que auian visto y lo que les parescido auia de la gente que venia, y el no queriendo aguardar se salió del pueblo, en donde se aula quedado con doze arca- buzeros, y se fueron todos a poner aquella noche dos leguas de alli, en vn arroyo grande, camino de Chayanta. Ante todas cosas Diego Centeno dexo vnos yndios encubiertos por sus espias se- cretas, que eran muy leales, para que viessen lo que Francisco de Carauajal hazia, y que luego a la hora y por la posta le f uessen a dar auisso del mouimiento que su enemigo hazia, ó por que ca- mino hechaua, porque conforme a ello haria lo que mas le conuiniesse. Francisco de Carauajal, no parando en el camino, sino con la furia que lleua- ua, entro por el pueblo de Paria cassi a las Aue Marías con el esquadron apiñado, y a la entrada del hallaron vna gran botija colgada en vna hor- ca, con vna cuerda, }'' en ella estañan muchas le- tras grandes que desta manera dezian: Assi como esta colgada esta botija, assi auemos de ahorcar al botijón; y en otra cédula dezia: bien veis la bo- tija colgada; assi hemos de ahorcar al borracho de Francisco de Carauajal, porque es vn cruel tirano y traydor y de los hombres matador y peruerso mas que Ñero el emperador; y en otras coplas dezian assi:
La botija y el botijón dos borrachos son; Francisco es el cuero, Carauajal el recuero.
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Ha^a ya lamentación el triste [del] merendante, que de oy en adelante no aura ningún botijón.
I estos motetes y. villancicos y con otros mas estauan puestos en la botija fue rescebído el el tirano, porque quien tal haze tal meresce, y nismo leyó algunas dcllas, de que le dieron n pesar, aunque lo disimulo con vna risa y dixo el refrán amigo: antes que digas, digas; •s ellos saben hablar como donsellas, yo como ibre sabré tlespues obrar; y con esto se passo lante, Assi como entro en el pueblo lo hallo ) despoblado de gente y de bastimentos, que tallaron que comer, y antes que anocheciesse a luego en borden sus dos esquadrones en vn
0 apartado vn poco del pueblo junto a vn arro- } de agua. Y mando que todos se quedassen sios en csquadron como se estauan y nadie sa- se fuera del, y miindo que no se pusiessen das algunas porque ninguno se acogiesse a s, y venida la noche mando poner en muchas tes que le parescio sus cintinelas, guardas y ichas, assi de a píe como de los de a cauallo.
1 el trio muy grande que hizo aquella noche .sieron los soldados poner algunas tieadas en de acogersse, mas como estauan en aquel tan groso trance no se atreuieron a desmandarse, or esto se hizo vn poco de luego solamente 1 callentarsse las manos, mas luego se mando gar. Estando todos en vela y assossegados,
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cerca de la media noche llego el padre Vizcayno conquarenta arcabuzeros y se pussieron quanto. tres tiros de arcabuz del esquadron del tirano, en vna loma de un cerro baxo, junto a unas sepultu- ras altas de yndios. Y desde alli comentaron todos a disparar sus arcabuzes y a dezir a grandes bo- zes: ¡biua el rey, hiua el rey, y mueran Iraydo- res!; venios^ leales caualleros, al seruicio de Su Magestad, Otros dixeron: caualleros, pues os pre- ciays ser hijosdalgo, dexad de seruir a los tira- nos, que son matadores de los hombres; venios al rey, que acá se os harán grandes mercedes; y todo esto se dixo muchas vezes, con otras cosas ^ para ver si aula alguno dellos que acudiesse a la boz de Su Magestad. Mas como entonces tenían vn Gonzalo Pi(;arro sellado en las entrañas y den- tro en los corazones y le guardauan toda fidelidad, nouvo ninguno de los capitanes, ni de los solda- dos, que se quissiesse passar, sino fue tan solo vno que se llamaua Alonso d^Escobar. Este soldado se fue al Padre Vizcayno y le dixo que era en vano dar tantas bozes a los sordos y tray dores, pues no querían reduzirse al seruicio del rey, porque esta- uan muy constantes y firmes en seguir la falsa opi- nión de Pigarro, y que nadie se huyria, porque el mismo no auia tenido tal sentimiento. El Padre . Vizcayno tuuo creydo esto ser assi, y auiendo vis- to que ninguno acudía al nombre del rey y que auia mas de dos horas o tres que andauan por alli remolinando, se fueron adonde Diego Centeno los estaua aguardando, y de alli se fueron adonde Lope de Mendo<;a se auia ydo y supieron por en-
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tero de Escobar todo lo que passaua en el campo del contrario. Por estas causas y razones no qui- sieron dar la batalla, y assi comentaron todos a caminar a la ligera teniendo que los pi^arristas no los alcanzarían por el gran bagaje que trayan, que por no lo dexar ni perder, que no caminarían tanto quanto ellos quisiessen, sino su poco a poco, o que se quedarian en el pueblo descansando algu- nos días.
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CAPITULO VU
DE COMO FRANCISCO DE CARAUAJAL DIO ÜN MO ALCANCE A LOS DOS CAPITANES DIEGO y (1) LOPE DE MENDO(;a por el CAMINO DE DE CHAYANTA, EN DONDE HALLARON A DOS DESCABEZADOS, Y DE LO DEMÁS QUE F
Venida que fue la maílana del Sabadi de mili y quinientos y quarenta y seys añ( cisco de Carauajal llamo a todos sus ca{ soldados a su tienda, en donde se auia i por amor del grandissimo frió .que hizo aq che, que destemplo los cuerpos a mucho pi9arristas, los quales venidos ante el les mo era muy conueniente y necesario qi ellos dexassen la ropa y fardaje que traya der de veinte arcabuzeros para que la gua porque el tenia determinado de yr tras Dit teño y Lope de Mendoza, y no parar en mi hasta auellos a las manos. Y pues el encnr comeni;ado a huyr, tenia creydo que no p: le aguardaría en parte ninguna, como '. hecho, que se auian salido de todas las pr
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del Perú quando Alonso de Toro auia ydo en se- guimiento dellos, y que se yrian a la entrada de Rojas, y que los auia de seguir hasta alia, o a don- de quiera que fuessen, aunque pasassen de la otra vanda del mundo. Sus capitanes y soldados dixeron que lo que el tenia acordado estaría muy bien he- cho y que assi se hiziesse y por tanto les man- dasse hazer todo aquello que conuiniesse al serui- cio de Gonzalo Pi^arro, que ellos le seguirían muy de buena voluntad yendo con el hasta el cabo del mundo. Visto por el Maestro de campo la buena voluntad que todos le iñostrauan tener, les torno a dezir que dexadas las cosas que les pudiessen eníibaragar siguiessen y persiguiessen á sus con- trarios que en tanto afán y trabaxo les ponian, y que fuessen todos a la ligera, pues tenían buenos cauallos y muías para lo hazer. Y que en las alfor- jas licuasen alguna cosa para comer por el cami- no que auian de llenar, porque tenia entendido y aun creydo que Diego Centeno y Lope de Mendo- za aurian hecho a los yndios algar los bastimentos que tenían por donde ellos auian de passar, porque no se aprouechassen dellos, y los soldados, obe- desciendo el mando, lo hizieron assi y se aperce- bíeron prestamente. Sintiendo Francisco de Cara- .uajal que todos estañan a punto, estando el ya cauallero en su muía bermeja los llamo a todos, los quales venidos se pussieron ante el muy bien aderesQados y armados , y el , desque los vido assi (1), se holgó mucho. Y con esto comentaron
(I) Tachado: mucho.
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de caminar por la vía que Diego Centeno camina- «a,lleuando sus estandartes y vanderas tendidas al viento, y el yua delante de todos y delante de si Ueuaua dos negros muy altos de cuerpo, con dos cauallos de diestro, que el vno se dezia el Boscan y el otro el Vayoelo. Yten, lleuaua veynte arcabu- zeros V otros tantos (1) de a caual lo por corredores, los quales vuan delante buen rato descubriendo el campo a vn lado y a otro porque por ventura no les tuuiesscn puestas algunas celadas en algunos barrancos y quebradiUas que por alli auia. Desta manera fueron caminando a toda furia tras ellos y aun no auian andado quatro leguas quando en vn recuesto en el mismo camino hallaron muertos y descabegados a Francisco de Zuñiga. natural de Seuilla V a Juan Rodríguez, granadino, los quales estauan desnudos en cueros y las caberas arroja- das por ay. Segunflue después dixeron, que estos dos hombres por hazer amistad y seruicio a Gon- 9alo PiQarro v a su Maestro de campo hordenaron de matar a Diego Centeno y á Lope de Mendoza V al padre Vizcayno, y como fueron sentidos no úvo effecto a lo que pretendían [y] los despacharon desta presente vida, dissimulando con otros que eran en el mismo negocio. Quando Francisco de Carauajal los vido uvo lastima dellos y mando a quatro soldados que alli se quedassen para que los enterrassen, y juro de vengar sus muertes en Die- go Centeno y en los suyos, y assi passo adelante y caminaron todo el dia; y los soldados que queda-
(l) Tachado: arcahtzeros.
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ron hizieron vna sepultura con las dagas y alli en- terraron a los dos diffuntos. Como los pi^arristas caminauan á toda furia, vuan va sin borden ni concierto; mas como los leales yuan de priesa no aguardaron de les hazer ningún ardid, ni de poner- les algunas encamisadas para los poder prender o matar, que si por alli salieran algunos, fácilmente los pudieran desbaratar, porque el camino, como hemos dicho, era todo de quebradillas y barran- cos [y] se pudieran esconder en ellas para hazer effecto. Ya que era casi noche prendieron los corredores de Francisco de Carauajal a vn buen soldado llamado Pedro Vidal, el qual fue traydo ante el, y como era nothe lo mando atar fuerte- mente de pies y manos como a carnero, porque no se huyesse mientras el y los suyos descan- sauan, que se auían apeado en vn arroyo se- co debaxo de unas enzinas. Como hizo grandi- ssimo frió se le hincharon a Pedro Vidal las manos y braceos y los pies, por lo qual daua y dio las mayores bozes del mundo llamando a Dios y a Sancta Maria su madre, y que Francisco de Carauajal le perdonasse, que bastaua el tor- mento que estaua padcsciendo, que era mas cruel que la muerte. Y que si auia de morir, que por amor de Dios lo despenassen ya, y le dexassen conffessar primero, y no le tuuicssen puesto en aquel tan terrible tormento; que cierto, quien lo viera tuuiera del gran compassion y lastima en velle todo hinchado, causándolo el frió, y en las lamentaciones que hazia. Aun no era bien ama- nescido, que fue domingo y dia de pasqua de la
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Sanctissima Resurrección, quando hizo poner ante si a Pedro Vidal y le pregunto muchas y diuersas cosas, el qual respondió que como era soldado po- breton no le dauan parte de lo que se auia de ha- zer, y assi no sabia nada, por lo qual le mando dar garrote y sin conffession, y alli le dexaron muerto a benefficio de los cueruos. Hecha esta gran cruel- dad mando a todos los suyos que caualgassen prestamente, y de puro friolentos no podían subir sobre sus cauallos que estuuieron toda la noche ensillados y enfrenados. Mas, en fin, prosiguiendo su camino adelante llegaron a vn cerro que tenia vn mal passo y angosto, en donde se auian puesto Diego Centeno y el Padre Vizcayno con muchos arcabuzeros aguardando a los pigarristas para les estoruar el passaje con muerte de alguno dellos. Sintiendo esto Francisco de Carauajal, que fue auissado de sus corredores, hizo alto para que los suyos Uegassen, porque muchos dellos se auian "quedado muy trasseros por amor de los cauallos, que se les auian cansado, que ya no podian andar. Llegados que fueron, muchos luego se apearon de sus muías y cauallos y se fueron hazia donde es- taua el mal passo y angustura y alli se tiraron con furia los vnos y los otros vn rato de arcabuzagos. Y como estañan apartados tirauan a tira mas tira, y como todos vieron que no hazian effecto los ar- cabuzes soltaron las lenguas y comen(;aron de tra- tarsse mal de palabra, Uamandosse los vnos y los otros de hidesputas, vellacos, traydores y enemi- gos de Dios y de sus Sanctos, y de Su Magestad; de manera que los pi^arristas dezian estas pala-
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bras a los leales, y en retorno, ellos les dezian lo mismo. Pues como Diego Centeno y el Padre Pe- dro Ruyz se vieron apretados y que sus contrarios les yuan ganando a mas andar el passo, lo desam- pararon luego sin daño alguno de entrambas par- tes y se fueron con la mayor presteza que pudie- ron al pueblo de Chayanta, en donde los aguarda- ua el capitán Lope de Mendoza. Francisco de Ca- rauajal, quando sintió que el mal passo y angustu- ra estaua desembarasgado, atraueso por el sin nin- gún rezelo, aunque primero y ante todas cosas echo por delante mas de treynta arcabuzeros para ver lo que auia en el. En fin, Diego Centeno y el Padre Vizcayno con los demás, quando llegaron al pueblo de Chayanta no quissieron aguardar alli al enemigo, por muchas causas y razones que para ello les mouio a todos. Por tanto Lope de Mendoza mando luego a los yndios que se algassen y se fue- ssen a los montes a esconder y que primero es- condiessen todos los bastimentos que tenían, ate- morizándolos con las crueldades del Maestro de campo, que los auia de quemar viuos, y assi se fueron todos huyendo a los montes. Assimismo el dicho Lope de Mendo<;a mando quemar vna gran casa en donde estañan encerradas (1) mas de diez mili hanegas de mahíz tremes, porque Francisco de Carauajal ni sus soldados no gozassen del, por- que en llegando luego lo auian de tomar todo para ellos y para sus cauallos, y esto se hizo a fin de que Carauajal, no hallando que comer, se boluie-
camino diuerso del que auian de lleuar y se torna- ron otra vez al pueblo de Paria, de donde auian salido el Viernes Saucto, que contornearon y ro- dearon vnos cerros muy grandes y ásperos de an- dar. Llegaron con Diego Centeno y Lope de Men- •do9a a este dicho pueblo hasta doscientos solda- dos, que los demás se quedaron atrás y se aparta ron del camino porque Francisco de Carauajal no •encontrasse con ellos, porque no los mandasse dar garrote como auia hecho de otros.
CAPITULO vm
DE COMO PROSIGUIENDO FRANCISCO DE CARAUAJAL SU CAMINO ALCANZO A LOS CAPITANES DIEGO CENTENO Y A LOPE DE MENDO<pA, EN EL PUEBLO DE PARIA, EK DONDE SE TUUO CREYDO QUE SE DIERA BATALLA, Y
DE LO DEMÁS QUE PASSO
Auiendo Francisco de Carauajal entendido y sabido que los dos capitanes Diego Centeno y Lo- pe de Mendoza y el Padre Vizcayno con todos los demás soldados eran ydos, y que se auian quitado del mal passo en donde se auian puesto, fué tras ellos con aquella furia que siempre tenia en su ani- mo yndomito, hasta que allego ya muy tarde al pueblo de Chayanta. Assi como llego con todos ios que le pudieron seguir, al dicho lugar, lo ha- llaron todo despoblado de los yndios naturales, [y\ que aquella madrugada se auian ydo de alli sus contrarios, de lo qual le peso grandemente porque quisiera de los hallar para hazer carnicería en ellos. Luego los soldados del tirano se esparcieron y derramaron por el pueblo a buscar de comer y no hallaron que sino vn poco de mahiz que estaua. escondido en vnos hoyos debaxo de la tierra, que los naturales lo auian puesto alli por mas secreto^
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y lo que puaieron hallar derramado en el suelo en donde los leales auian dado de comer a sus caua- líos, que [de] esto auia poco, y lo demás que reco- gieron no fue nada en comparación de lo mucho que auian menester [para] la ynsaciable hambre que tenían. Dende a vna hora que Francisco de Carauajal llego al dicho pueblo se presento ante el vn soldado llamado Juan de Arjona, que se auia huydo del campo de Diego Centeno, el qual dio auiso de lo que su contrario dezia que auia de ha- 2er, y del camino que auia tomado y a donde yua. Y mas le apercibió diziendole que aguijasse mu- cho, porque alcanzarla a sus contrarios aquella noche quatro o cinco leguas de alli, porque no po- dían andar mucho por ser muy áspero y mal ca- mino el que lleuauan. No quisso Francisco de Ca- rauajal aguardar mas, ni parar en el pueblo, an- tes se pusso luego en camino y como era angosto y áspero y de mal pays no anduuo sino tres leguas y no alcauQO a Diego Centeno ni a ninguno de los suyos, y quando amáneselo llego a vn arroyo muy grande que lleuaua mucha agua. Lleuo Diego Centeno este camino solamente por desatinar al enemigo; mas si el fuera por lo alto de la sierra hallara buen camino y llano, y como no lo sabia fuesse tras su contrario, y como el arroyo era tor- tuoso y de muchas bueltas lo passaron mas de treynta vezes dándoles el agua por encima de los estribos, que lo tuuieron por gran trabajo. Al fin, passado este rio y larga quebrada llegaron los sol- dados y cauallos muy canssados a vn pueblo que estaua despoblado de yndios y de comida, dexando
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3 a mano derecha, y en este dia fue Fran- Carauajal en vn cauallo bien alto y muy , por amor del agua, porque no se le mo- s pies. Estando en este pueblo comiendo, i a medio día, llego a el vn yndio que des- upo que era hechadizo y espía, el qual arauajat entre otras cosas que le fueron das, de como el exercito de su contrario iutdido y apartado, y que Centeno se yua ■ de Paría, y que Lope de Mendoza se yua de la Plata. El tirano, como experto en de la guerra, no le dio crédito, antes dixo lechadizo y espia y que en las palabras Hendido, y mas por las preguntas que le 10, porque variaua y se contradezta en [ual mando prender y (1) licuarlo a buen jorque no se huyesse, y buelto a sus ca- ;s dixo: Estos necios piensan que assi li- ite tengo de diuidir mis caualleros y bue- dos, para que después nos aguarden en 1 passo para podernos desbaratar si pu- erto ellos lo tienen mal pensado y se en- todo y por todo y muy mucho. Mas por ngaño y ardid que nos quieren ellos ha< :l mismo engaño entiendo de los coger axo de vna trampa, o sí no yo los haré o liebres; vamos y caminemos para ven- soldados sin capitán, y después boluere* t Lope de Mendo9a, que esta sín gente, ad que se an dluidido, lo qual yo no creo.
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No uvieron acabado de comer lo poco que tenían quando de ymprouiso comentaron de marchar aquella tarde y toda la noche, y como hazia gran- de escuridad Ueuauan vna guia que era estrange- ro y llegaron a vna ciénega grande muy mala de passar. Y queriendo la guia passar con su muía, cayo con ella en la ciénega y le tomo vna pierna debaxo, que se la quebró, y comento a dar muy grandes bozes y a dezir que la gamba tenia que- brada, que fue gran lastima de le oyr dar tan dolo- rosas bozes llamando a Dios y a Sancta Maria su madre. Aun no era bien caydo este hombre quan- do el capitán Juan de Morales, queriendo passar, que yua tras de la guia, cayo también en la ciéne- ga junto al leuantisco, y se enlodo y encharco to- do, y como hazia grandissimo frió la guia murió alli luego. El capitán estuuo a canto de morirse, que assi como le sacaron, mientras le trayan ropa limpia para vestille y en el entretanto que le da- uan vino para que se callentasse, se le hinchió todo el cuerpo, causado del frió, que parescio odre hin- chado, y assi con los remedios que le hizieron es- capo de la muerte. Con todo esto no pararon los pi^arristas, sino que tomaron el camino mas arri- ba de la ciénega y passaron a pie enjuto y assi ca- minaron con mucha priesa llenando consigo al ca- pitán Juan de Morales bien arropado, y dexo dos soldados para que enterrassen a la guia. Y con esto passaron muchas ciénegas y malos passos, que como la noche hazia muy escura parescieron mas malos de lo que eran, como muchas vezes acontesce, y Diego Centeno y los suyos como lo
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ron de dia no se les hizo tan dífñcultosso por- ierotí por donde passauan. Quando amanes-
hallaron media legua del pueblo de Paria y
allí vieron a Diego Centeno y a Lope de aga como tenian puesta la gente en esqua- ínvnalto, por lo qual mando el tirano a los
que se aparejassen a la batalla porque sus gos los estauan aguardando para dalla. Los 'istas, como estauan muertos de frío l,leua- >s arcabuzes, lani;asy picas atrauesadasen las, que no las podían tener en las manos, <s no las podían abrir; mas no por esso per- 1 punto de animo, antes a mas andar se allegando a donde estauan los leales. Vien* ego Centeno y Lope de Mendoi;a que Fran- de Carauajal auia andado mucho y que ve- uy cerca, les peso mucho, y assi no le qui-
(1) aguardar, antes dexundo el lugar que te- e fueron todos por el camino Real del Cuzco, so ante passo, porque algunos de los solda- > se fuessen. Porque en esta ora se le auian as de ciento y cínquenta hombres de a cana- ircabuzeros a diuersas partes, por no venir nanos del tirano cruel que desseaua cogellos irtar su hambre canina de la sangre de los , Dexo por corredores al Padre Vizcayno con
hombres de a cauallo y arcabuzeros de ;s se tenía gran conñan^a, que ciertamente )s dellos se apartauan del camino Rea) y se 1 esconder, solamente por no encontrar con
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este hombre, al qual auian cobrado gran temor por los grandes alcances que les daua. Verdade- ramente tengo créydo que si Diego Centeno y Lope de Mendoza y los demás le aguardaran en este paraje y dieran batalla a los enemigos, sin duda que él los venciera a causa que todos sus sol- dados estañan descansados y calientes, que auian tenido aquella noche mucho fuego, [y] estando, co- mo estañan, en fuerte lugar. Los de Francisco de Carauajal venian muy cansados y desudados y es- tañan ademas friolentos, que no podian mandar las armas que tenian en las manos, porque todos los hombres de a cauallo, piqueros y arcabuzeros no se podian apear de sus cauallos porque tenian los pies apegados a los estribos, de puro carámbano y frió. Y quando se apearon no pudieron andar de tullidos y encogidas las piernas, que no las podian enderes^ar, y los bracos y las manos no las podian menear, y assi temblauan de puro frió como azo- gados y muy temerosos; mas Diego Centeno, no conosciendo esta buena ventura o coyuntura que a las manos le venia, la dexo perder, lo que no deuiera. Pues viendo Francisco de Carauajal que Diego Centeno se auia ydo, le peso en gran mane- ra, que quisiera concluyr alli el negocio, y que- riendo passar adelante tras ellos le dixeron sus capitanes que no lo hiziesse a caussa que los sol- dados estañan muy cansados y muertos de frió y de hambre y que auia dos días que no comían bo- cado, ni tenian de presente que cumer. y Q^^ ^^^ mejor dexallos tomar algún aliento y ^-esuello y los dexasse descansar vn poco, y no m^t^^^^^^ ^^^^
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tanto caminar con el apresuramiento que lleuaua tras los contrarios, que huyan mucho; principal- mente lo auia de dexar por amor del capitán Juan de Morales, que se yua muriendo de la cayda que auia dado. Oyendo Francisco de Carauajal estos ruegos, determino de complazer en todo y por todo a sus capitanes y soldados, que ya.desseauan parar vn poco por descansar, y assi mando hincar las vanderas y los estandartes en el suelo para que todos se apeassen y descansassen por aquel dia y la noche. Entonces los soldados comentaron los vnos a tendersse por los campos a dormir don- de auia algunos reparos que el sol daua en ellos, porque corria un viento frigidissimo y muy del- gado que traspassaua y destemplaua reziamente los cuerpos humanos, y al capitán Juan de Mora- les le dieron remedios para que conualeciesse. Otros fueron a buscar leña para callentarsse; otros no hazian sino andar y correr de vna parte ¿I otra por sudar y venzer al frió, y dellos se fue- ron al pueblo despoblado y comentaron a buscar de comer; vnos lo hallaron, aunque poco, y otros no lo hallaron. Y otros toparon con mucha plata y oro que estaua encaxado sotilmente entre los ado- bes y escondido dentro de las paredes, que lo auian puesto alli secretamente los soldados, y ciertos yndios de los de Diego Centeno lo descu- brieron a los pi<;arristas. Venida que fue la maña- na del otro día, que aun no era bien amanescido, quando ya Francisco de Carauajal andana a caua- Uo en su muía bermeja llamando a sus capitanes y soldados para caminar sin tener miedo al frío
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muy grande que hazia, que cierto corria vn vi muy grande y terrible, que no auia hombre qi pudiesse sufrir. Con esto, adercscados todos, raen9aron de marchar con grande furia y ai dia llegaron al pueblo de Ayohayo, que aycatf leguas tiradas, en donde alcanzaron doze sóida que de cansados se auían quedado atrás, a los ( les hizo luego ahorcar sin conffession, y aqui i causo por esta noche. Antes que amanesciesse inenzo de marchar y de otro apretón anduuo a( dia doze leguas y llego ya que era noche al puf de Viacha, en donde fueron presos por los coi dores dos mancebos, que el vno se dezia Pe Robledo de Oñate, vizcayno, hijo de vn vezinc la cibdad de México, y el otro se dezia Franci Sánchez, natural de Seuilla, a los qualcs ma luego ahorcar. Estando ya para los ahorcar ei ma de vnos paredones altos, llego a tiempo el dre Vrtum Sánchez, vizcayno, mayordomo ma del comendador Hernando Piíjarro, que era g amigo de Francisco de Carauajal, el qual le su co con gran vehemencia y ahinco los perdona,' y el lo hizo por le complazer, que cierto se tuu mucho. Passando mas adelante llego a otro pue diez leguas de donde salió, llamado Tíagunaco donde sus corredores alcanzaron y prendie diez soldados; a los cinco dellos mando lu< ahorcar de vnas ventanas de vna casa bien alt grande. Al vno dellos, que se dezia Alonso Sancta Cruz, mando ahorcar de vna ventana r alta que auia en la casa, diztendo que lo hazia honrrallo mas que a los otros, porque auia sidc
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ido;, y á los demás soldados ilicacion de sus capitanes. cruel carnicero executando eruidoresde Su Magestad, los conffessar, y si los su- liziesse primero conffessar, pondia el que ¿por que no pues sabían que auian de lanos?; de manera que fue ■; y esta noche descanso en a los suyos lo desseauan
CAPITULO IX
DE COMO EL CAPITÁN DIEGO CENTENO Y LOPE DE MENDOZA LLEGARON A CHOCÜYTO, PUEBLO DEL REY^ Y DE LO QUE HIZIERON EN EL, Y DESDE ALLÍ SE FUERON AL PUERTO DE QUILCA PARA TOMAR VN NA- UlO, Y NO LO PüDIENDO AUER SE ESCONDIERON DE
REZELO DEL GRAN TIRANO
El Capitán general Diego Centeno y el Maes- tro de campo Lope de Mendoza y el Padre Vizcay- no, con los demás soldados que yuan con ellos^ por escapar con las personas y vidas y por no ve- nir a manos del cruel tirano caminaron dias y no- ches sin parar y con grande priesa hasta que alle- garon a Chocuyto, pueblo de Su Magestad, por descansar algún dia, que yuan muy fatigados. En este pueblo hallaron a vn cauallero llamado Don Martin de Guzman> natural de Utrera, que era allí corregidor por Gonzalo Pi<;arro, que estaua" re- cogiendo los tributos del rey, al qual prendieron y la noche que alli descansaron le hizieron escreuir por fuer<;a vna carta para Alonso de Toro, y otras para los regidores y alcaldes hordinarios de la cibdad del Cuzco- Lo que en ellas se contenia era dezir de como Diego Centeno y Lope de Mendoza
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IV pujantes de gente; que el capitán Cas- Maestro de campo Dionisio de Boba- dado de puñaladas a Francisco de Ca- quales todos estañan determinados de lar la cibdad y de los prender y matar. Diego Centeno venia tan pujante, que en con el en buena paz y concordia. a creydo que no le[s] perjudicaría en co- que serian grandes amigos y que yrian íalo Pi^arro, y que si esto no quena[n] )us5iessen sus personas en cobro. Eá- is cartas, con otras muchas cosas, le creuir otras para los vezinos mas prin- auia en ella, del thenorde las prime- adas las cartas por Diego Centeno y endona las despacharon por la posta lios que están puestos a trechos a quar- i por los caminos Reales. Después des- ssi passadas, cerca del alúa se huyo el Martin de Guzman de la prisión en que ■ mas guardas que le pussieron, porque itanes auian determinado que en ama- e cortassen la cabei;a porque seguía la m de PÍ9arro y porque era mortal enc- ape de Mendoza. Después que se vido a otro pueblo apartado del camino Real , desde donde escriuio otras cartas al Vlonso de Toro y a los demás princípa- ho tenemos. En las quales daua por aui- la verdíid y de lo que auia passado y de de Diego Centeno y de Lope de Men- uales embío por la posta con yndios, y
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lo que acontescio por estas cartas primeras y pos- treras, en el Cuzco, adelante lo diremos largamen- te. En fin, al fin los dos capitanes no quisieron pa- rar muchas horas en el pueblo, por amor de el coco que atrás venia, que otro dia por la mañana se salieron todos del y caminaron noches y dias y atrauesaron por vn gran despoblado (1) de grandi- ssimo frió, y passando junto a la cibdad de Are- quipa se fueron a vn pueblo de yndios que esta jun- to a ella. Los vezinos de la cibdad, como estauan afficionados a Diego Centeno, que seguía el parti- do de Su Magestad,y aborrescian y querían mal a Gonzalo Pigarro por la tiranía en que estaua pues- to, y abomínauan las crueldades de Francisco de Carauajal, le salieron todos a ver y a seruir. Y alli le dieron todos el pessame de sus trabaxos y fatigas y le consolaron lo mejor que pudieron y le aconsejaron se apartasse de la furia y braueza de Francisco de Carauajal, su mortal enemigo, por quanto venia muy cerca tras el, y le proueyeron de algunas cosas que el y los suyos uvieron me- nester. Estos dos capitanes Diego Centeno y Lope de Mendoga les agradescieron la muy buena vo- luntad y amor que todos les mostrauan tener, y alli hablaron con ellos largamente de muchas y diuersas cosas de todo lo que auian menester de se hazer para lo adelante. Y con esto los vezinos se boluieron a sus casas, que estauan cerca, por- que el Maestro de campo no sospechasse dellos al- guna cosa quando viniesse a saber esta visita que
(I) yU, despuhUuío,
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ho, y aun con todo esto se rezelauan I, porque era vn demonio que por vías venia a saber de muchas cosas secretas, lo el capitán Diego Centeno tuuiesse Hendido y aun crt ydo que Francisco de
caminaria tanto como el , tanpoco le irdar en este pueblo, antes se salió del :sto que pudo con algunos pocos de sol- le auian quedado, y se fueron todos al ^uilca, que ay diez y ocho leguas desde hasta aquí. Después que el y los que ;1 se vieron en este pueblo, se holgaron añera de auerse librado de l;is cruelen- del aiiariento y cruel tirano de Fran- larauajal, alabando a Dios y a Sancta nadre por tanto bien como les auiafn] brallos deste cruel carnicero. Y consíde- irgo camino que todos auían traydotu- endido y aun muy creydo que llegando deCarauajal a la cibdad y no los hallan-
que pararla allí y que no passaria mas ;¡no que se bolueria a l;is Charcas a la
Plata. Estas cosas le auian prometido ezinos que le salieron a visitar, que ha- I manera con Francisco de Carauajal dasse en la cibdad a descansar, y que e todos muy regalado, y dexasse ya de i Centeno, que tanto huya; y demás des- e descubrirían en donde quiera que es- -ucgo otro dia Diego Centeno embio Ribadeneyra que fuesse al puerto del ra que si uviesse alli al;íun nauio lo to-
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masse y se lo truxesse, porque determinaua em- barcarse en el para yrse a la prouincia de Nicara- gua, y de alli a España ante Su Magestad para que lediesse la conduta contra Gongalo Pí^arro. El Maestro de campo Lope de Mendoza y el alférez mayor Alonso Camargo y el capitán Luys Perdo- mo,el canario, con otros diez, no quissieron aguar- dar a cosa alguna, por el rezelo que t unieron de Francisco de Carauajal que llegaria hasta alli y los mataria a todos sin redenipcion alguna si los alcangaua. Y por esto se tornaron a la prouincia de las Charcas por otro camino, subiéndose por la costa de lámar arriba, atrauessando por muchas sierras y tierras despobladas y de grandes frios, en donde hallaron algunos soldados de los suyos que andauan huydos de Francisco de Carauajal, [y] yen- do mas adelante y estando ya en la prouincia de las Charcas, con muchos soldados que salian de la go- uernacion del Gouernador Diego de Rojas, que es en el rio que llaman de la Plata, como adelante mas largamente diremos. Pues estando Diego Cen- teno en este puerto de Quilca, fue auissado por la posta, de los vezinos de la cibdad de Arequipa, como Francisco de Carauajal era llegado y que determinaua passar a Quilca para le yr a buscar, sin querer entrar en la cibdad a descansar, ni res- cebir dellos algún seruicio en sus casas. De lo qual Diego Centeno tuuo gran rezelo y luego mando al capitán Francisco Negral lleuasse la gente que auia quedado, que serian hasta cinquenta hombres, al valle de Yca, porque tenia nueua muy cierta de la llegada del tirano junto a )a cibdad, y de como
o. DE Sahta Clara.— IV.— 3.* 6
I buscar. Francisco Negral y los demás I assi, que todos se fueron, y llegados al liuidieron, y vnosse fueron dissimulada- cibdad de Lima, otros al Cuzco, otros 1 de Arequipa, y otros se tornaron a la 3e las Charcas y a otras diuersas partes, fucssen presos de los tiranos. Auiendose ancisco Negral con los soldados y vien- 3 Centeno soloy sin compañía sino con suyo que se dezia Pedro Guaco, llamo To del pueblo, llamado Diego Márquez, lado de Miyucl Cornejo, cuyo era el pue- ka. Venido el estanciero le rogo mucho or allí cerca algún lugar secreto en don- e estar de tal manera que Francisco de ni los suyos supiessen del, y le prOTnetio :icnt ducados de buen oro y que si con :dasse le dada muchos mas. El estancie- cudicia del oro que luego se le dio, y por nía deste cauailero dessamparado y por- :l Cornejo su amo se lo embio a mandar csse, le prometió de lo embiar a una cue- ;creta que era muy fuerte, que con dos |ue uvicsse en ella se podían deífender dos mili hombres, teniendo que comer. lleno le pregunto que adonde estaua la e dixo que en el pueblo de Condesuyo, su amo Miguel Cornejo; el qual, ponien- Lmino, le dio ciertos yndios del pueblo o lleuassen en vna hamaca, Y diole por llegado al pie de la sierra se subiesse a na senda muy estrecha }■ agria que los
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yndios le enseñarían, y que llegado a la cueua ha- llaría en ella vn grande amigo suyo y que el le auisaria siempre de las cosas que pasassen en la tierra v le embiaria a la contina de comer y de beuer. Desta manera fue lleuado con su criado en sendas hamacas, que jamas quiso dexar a su amo por muchos y grandes peligros que tuuo, y assi Diego Centeno se lo agradescio muy mucho por su gran fidelidad que siempre le auia tenido, y des- pués lo embio muy rico a España por los buenos seruicios que le auia hecho. En ¿sta cueua hallaron metido a vn cauallero llamado Luys de Riuera, theniente de Gouernador que auia sido en la villa de la Plata, que estaua escondido en ella días auia por las cosas que hizo contra Gonzalo Pigarro quando alQo vandera en las Charcas contra el en nombre de Su Magestad, como en el primer libro queda dicho. Quando los dos capitanes Diego Cen- teno y Luys de Ribera se vieron fue muy grande el plazer y alegría que rescibieron; por cierto ellos tuuieron mucha razón de holgarsse el vno con el otro, y se abracaron muy cordialmente porque eran grandes amigos y compañeros en los traba- xos que auian passado por seruir a Su Magestad, y alli se dieron cuenta de lo que les auia passado. Los vezínos de Arequipa les proueyeron de todo lo que u vieron menester de refresco y de otras cosas, mientras estuuieron en esta cueua, y les auissauan de lo que passaua en la tierra; mas andando des- pués el tiempo salieron a seruir al rey quando el de la Gasea vino a la tierra.
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CAPITULO X
NDE SE CUBI4TAH LOS GRANDES ALBOROTOS QUE TSARON EN LA CIBDAP DEL CUZCO POR LAS CAR- TE DON MARTIN DE GUZMAN ESCRIUIO AL THH- : ALONSO DE TORO Y A LOS REGIDORES Y A L0& DEUAS VEZINOS DELLA
mo arriba queda dicho y apuntado que Don 1 de Guzman escriuio por fuerera las prime- rtas, aueis de saber que los dos capitanes
Centeno y Lope de Mendoza las embiaroo bdad del Cuzco, y como fueron licuadas por ta por los yndios llegaron en breue tiempo, e en dia y medio, que son cinquenta leguas s; las quaics rescebidas por Alonso de Toro miento supieron las nueuas tan tristes que :rÍuÍeron. Por la parte del theniente, mouid» 1 compassion, embuelta con vn rauioso enojo :or, de puro coraje comento a llorar la tan :hada y cruel muerte de Francisco de Cara-
aunque le auia sido mortal enemigo le peso }, no por lo que a el tocaua, sino que adeut- :)ue auian de susceder mili males por su falta ;ncia. Con esta rauiosa passion se retruxo co a su cámara a pensar lo que en el caso ha-
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ria, y no estuuo mucho en ella, quando con gran priesa salió a la sala, donde hallo a las justicias y regimiento de la cibdad y a otros hombres princi- pales della, que estos auian acudido a su casa. Quando Alonso de Toro los vido se holgó mucho con ellos, y como eran pocos luego embio a dos criados suyos para que puestos a cauallo llama- ssen a todos los vezinos y moradores de la cibdad, los quales venidos y congregados en su casa den- de a vna hora, les dixo y manifestó lo que en las cartas se contenia (1), las quales se leyeron pu- blicamente. De todo lo qual a vnos en lo ynterior les plugo de tal muerte, y a otros, que eran afficio- nados al gran tirano, les peso en gran manera . porque tenian a este hombre ppr vn cimiento fixo, aunque vano, para sustentar Gon9alo Pi^arro su vana y falsa pretensión y opinión. Auiendo habla- do a todos se salió de su casa a cauallo, muy acom- pañado de su guarda y de la vezindad, y se fue a la plaga, en donde publico otra vez las nueuas que Don Martin dé Guzman su verdadero amigo le auia escripto, las quales no podian ser sino muy verdaderas, pues dezia que auia hablado con los mismos capitanes que le auian muerto. Por otra parte comento a dezir en alta boz a la gente cib- dadana y popular que auia concurrido a oyr las nueuas: ea, caualleros y seftores mios, ¿ay alguno de vuestras mercedes que sea verdadero amigo del Gouernador mi señor, que quiera luego salir conmigo para yr a la cibdad de Quito, adonde el
(I) Ms. cfimifHtam,
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dezille lo que passa? Luego enconlinen- raron muchos hombres que eran aíficio- oin;a!o PÍ9arro y todos se le offrescieror) ■rsonas, armas y bienes para yrse con el , nte a la cibdad de Quito, mas aun hasta ! mundo, y boluerse después con el, lo íniente Alonso de Toro les agradescio r la buena voluntad que mostrauan tener > de Gonijato Pivarro, y por esto les man- ístamente fuessen a sus casas y se aper- porque se quería partir aquel dia antes
Centeno llegasse. Como sintieron los le Alonso de Toro se quería partir y des- a cibdad, le hablaron todos diziendole sa no hiziesse, ni se fuisse de la cibdad, al presente mucha gente en ella que la an varonilmente. Y demás desto que es- DiefíO Centeno sin tener ningún rezelo >s vezinos y moradores della en todo ca- altarian, y que s¡ de otra manera lo ha- ría mucho de su reputación y honor. 5 que vernian algunos hombres con Cen- uessen afficionados a Píi,'arro que luego irían en estando cerca, y assi le dixeron 15. Alonso de Toro respondió que en nento que allego a la plai,'a. y por lo que luiissado, auta sentido en muchos de los in prometido de yrse con el A Quito, que n ya de aquel propo^iito y que se auían £ la muerte de Francisco de Carauajal, ido vno de los buenos -ieriiidores de P¡- [ue por estas cosas se qiieria yr, por no
: yna uego
que mas quería desar libre y sana la cibiiad en po- der del enemigo, que no desiruyda y asolada con muerte de muchos cibdadanos y moradores en ella que culpa no tenían en cosa alg;una, yqueeste'pro- uecho y vtilidad no la entendía nadie como el. Mas en fin, el deierminaua de yrsc a Quito por muchas causas y razones que a ello !e mouian, para des- pués venir con gran numero de Líente a cobrar por fucrt;a de armas lo que assi dexaua perdido; de manera que el dixo estas cosas con grandissimo rancor y braueza. Pues viendo Alonso de Toro que no tenia lanta possibilidad qiianta aula menes- ter de buenos soldados para esperar y aj;uardar a mas de seyscientos buenos soldados con seys capi- tanes muy ferozes y brauosos, como dezian en la cibdad que venían contra el muy ízanosos de le dar batalla, no los quiso aguardar, ver, ni oyr, por el gran peligro que aula. Y con esto mando con pu- blico pregón que todos los vezinos y moradores, estantes y habitantes en la cibdad, se apcrcebie- ssen todos luego para yrse con el a la ligera den- de a dos horas a la cibdad de Quito, so pena de muerte y de traydores y perdimiento de bienes. Y por otra parte díxo a su cuñado Thomas Vasquez, que entrambos estañan casados con dos hermanas, que su pretcnsión era no esperar a Diego Centeno, ni a Lope de Mendoza, ni poncrst en sus manos.
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porque no sabia como lo auian de tratar, ca siem- pre les auia mostrado mortal enemiga y por esso los auia perseguido mucho. Passadas las dos ho- ras y viendo que no le acudían todos aquellos que primero se le auian offrescido, se enojo braua- mente contra ellos y luego conoscio clara y abier- tamente lo que auia ya concebido en el animo, que al tiempo de dar la batalla no auian de pelear todos, sino que lo auian de desamparar al mejor tiempo. Y assi con ma3'or furia y braueza los tor- no a llamar con pregones y embio a sus alguazi- les y a sus criados a casa dellos para que salie- ssen de sus casas, y ellos se escondieron mucho mas por no yr con el y por no dexar a sus muge- res, hijos y familias desamparadas, crej'endo que los soldados de Centeno darían saco mano [en] sus casas, y por esto se quedauan por deffendellas. De manera que eran muchos los que se escondían y muy pocos y poquitos los que dezian vamos, y es- tos estauan todos desarmados y a pie, que no te- nían cauallos en que yr para lo acompañar. Alon- so de Toro sintió esto mucho y en gran manera, y como vido que no salían tantos quantos el quería se estuuo quedo en la cibdad hasta otro día, aguar- dando si auia mas gente que se quisiesse yr con el, y de doscientos hombres que auia de pelea no ha- llo sino obra de cínquenta hombres de a cauallo y arcabuzeros, que los diez hombres destos eran ve- zinos de la cibdad que tenían repartimientos de yn- dios y eran y n timos amigos suyos y gr lindes ser- uidores de Gon(;alo Pi^arro, que determinaron de le seguir en esta presente y trabajosa jornada.
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nando a su cuñado Thomas Vasquez y a Vi- tin, que eran alcaldes hordinaríos en aquel ue con vcynie arcabuzeros lleuassen a las es a la puente de Aporima y que le aguar- 1 de la otra vanda del rio, y assi se hizo. Por arte dixo a los sujos como se quería boluer bdad del Cuzco a hazer ciertas cosas que ian mucho al seruicio de Su Mugestad y al ni;alo Pii;arro y proueclio dellos, y para ver ¡a llegado Diego Centeno y.Lppe de Mendo- s corredores; que luego daria la buelta. Con í apartaron los vnos de los otros, con muy >esar y tristeza de las mugcres en ver tornar naridos a la cibdad, y no quedaron sin lagri- }gando a Dios nuestro Señor los guardasse ifíro y de la cruel muerte que les podrían is enemigos si a sus manos venían- Pues otra vez Alonso de Toro y llegando a la 1 muy temprano con treyma arcabuzeros, > aprej^onar que todos los que tuuiessen ca- , muías, arcabuzes, cotas, hierro y otras ar- ffenssiuas y deffenssiuas, luego las viniessen ifíestar, so pena de muerte y perdimiento de i. Luego vinieron algunos y truxeron vnos de cauallos, arcabuzes y otras pocas de ar- lorque Alonso de Toro sabia que las tenían, ) pudieron hazer otra cosa sino darlas; y to- s demás armas offenssiuas y deffenssiuas y os los escondieron, adeuinando lo que podía 1 que causa lo mandauan. Mando a quatro los que luego las lleuassen en azemilas que mo, a ia puente de Aporima, porque sus con-
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que los auia de matar, y a otros destruyr, "an yngratos y desconocidos a tanto bien auia hecho en dalles de comer en la tie- mismo dezia que estos tales hombres eran ;os del ynteres que de guardar toda fide- ongalo Pigarro, y que por esto, como di- , le yua a pedir gente y armas para venir contra Diego Centeno y contra todos que seguían su vellaco partido. Desta e satjo Alonso de Toro de la cibdad, sin certinidad de lo que en el casso passaua, cna carta que le dio vn yndio; mas, en ardides ije guerra, y como yuan todos a huyendo llegaron de vn apretón a la me- ! a la puente de Aporima, queaydoze le- 1 tiradas. Aqui hallaron a ios amigos y a res y a sus hijas, las quales esiauan con a de las vidas de sus maridos y padres, o auiau tardado vn poco mas, tuuieron ue les auria susccdído algún mal, o que n los dos capitanes, presos, que serian ya a la cibdad. Mas, en fin, al fin ellos fueron i rescebidos con grande amor y voluntad, mente de sus mugeres y de sus hijas, y e Toro les dio cuenta de todo lo que auia la cibdad y de la nueua que auia de los tañes , que los cibdadanos los estañan ido por oras y momentos para los resce- regalles la cibdad. Passados ya de la otra la puente, luego la mandaron cortar, y demás puentes que estauan mas arriba : Aporima hazia los pueblos de Don Pedro
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CAPITULO X!
LOS VEZIN05 DE LA CIBDAD DEL CUZCO AL- AHDERA POR RL CAPITÁN DIEGO CENTENO EN DE St* MAGESTAD COXTRA GONZALO PI<;ARItO, DESPUÉS SE HALLARON BURLADOS Y ALOÍÍSO DE TORO SE BOLUIO A ELLA
ido visto los vezinos y moradores que ledado en la cibdad que Alonso de Toro rdo a la cibdad de Quito, y creyendo to- j que no bolueria mas, a causa de la veni- ieiío Centeno, luego los mas principales i de ella alearon vandera en nombre de Su id y eligieron en ausencia a Diego Cente- I^apitan general contra lodos aquellos que el vando de los tiranos. Como no auia al- ordinarios, ni regidores, que eran ydos en ¡a de Alonso de Toro, para que hiziessen tibramicnto, para que fuesse valido lo que rnasse nombraron entre si y & boz del pue- I reiíidores. Estos rejíidores eligieron por hordinarios a Martin de Salas y a Fran- Melo, que era thesorcro de Su Magestad, guazil mayor a Juan Baptista, el galán, js tres eran vczinos valerosos en la cibdad
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ibre muy magniífico y liberal, virtuoso y toda bondad y fidelidad, que siempre an- seriiicio de Su Magcstad y acompañado os y leales caualleros. AI contrario desto le Gonzalo Piíarro que era muy soberuio, ite y traydor, pues andaua fuera del serui- :ey, y que andaua acompañado de ladro- ueles homicidas; y con esto se dexaron de- i cosas con palabras ynitiriosas y muy feas. los postizos alcaldes hordinavios y el regi- f hombres principales que Diego Centeno ua mucho en llegar, embiaron al pueblo aicanche a diez cibdadanos para que en de todo el cabildo y vezindad le diessen la ida. Los vezinos futron al dicho pueblo y ron a Diego Centeno ni a ninguno de los tornoseles la suerte en blanco, o el sueílo o, porque supieron de los yndios la verdad e passaua en el casso, y de como Diego y Lope de Mendoga se yuan retrayendo lad de Aiequipa con poca gente. Con estas ie boluieron a la cibdad muy tristes y pen- / dixeron todo lo que por alia auian sabi- ¡ue ama passado entre Diego Centeno y :o de Carauajal. Entendido esto por todos IOS, de como auian sido m.-ilamente burla- ganados con las cartas de Don Martin de , y como por otra parte auian negado el lyuda que el theniente Alonso de Toro les landado, comentaron todos, chlcosy gran- mer y a rezelarse de algiin mal, arrepen- e de lo que auian hecho, V por tanto no
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&abjaa lo que se harían, o que consejo tomarían quando alg^uno les viníesse-a tomar cuenta y ra- zón de lo que auian hecho o dicho contra Pi<^rro y contra Alonso de Toro, y con esto estuuíeron dudosos y perplexos; mas al cabo determinaron de escreuir a Gonzalo Pigarro como ellos y la cíbdad estauan a su deuocíon, y embíaron a llamar al tlie- niente para que se viniesse a ella. Pues como que- da dicho arriba, Alonso de Toro estaua en la puen- te de Aporíma muy triste y con pena muy cresei* da en auer dexado la cíbdad desamparada, que no sabia lo que Diego Centeno haria en ella, creyen- do que por este desmán resultaría y vernia mucho mal y daño en toda la tierra, assí en sus personas y vidas como en sus haziendas, por lo qual se le redoblaua mas el pesar. Estando en esto llego vn yndio al rio, y no pudiendo passar dio bozes como traya una carta, y Alonso de Toro le dio bozes que pasasse a nado, y el lo hizo assí con gran pe- ligro de la vida y le dio la carta de Don Martín de Guzman, en la qual le contaua la verdad de todo lo que passaua, pidiéndole perdón por lo que en la primera carta le auia escrito, que no auia sido mas en su mano, por quanto Diego Centeno y Lope de Mendo<;a se la auian hecho escreuir por fuerza quando le prendieron, los quales todos se yuan hu- yendo a la cíbdad de Arequipa, y que Francisco de Carauajal yua en su seguimiento a toda furia, que camioauan noches y dias. Y que ciertamente tenia creydo que los pocos que seguían a Diego Centeno y a Lope de Mendo<;a yuan todos a bus- car algún nauio al puerto de Quilca, o a otro puer-
G. DE Sahta Clara.— IV.— 3.® 7
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■a embarcarse en el y de alli yrse a la Nueua a,oaotraparte,porquee5to1oauiaoydoco- ar entre ellos. Rescebida esta carta se holgó emente con ella, mas no se atreuio a boluer a ad.conrezeloquetuuoqueaquellacartafue- :ripta por Don Martinde Guzman con amena- e le uviessen hecholos doscapitanes Centeno idoi;a, porque no saliesse de la cibdad, para ílle y hazer justicia del- Aunque el yndio le ico por su parte lo que sabia y auia visto ndido, no quiso mudarse de alli hasta oyr ueua, o segunda carta de algún amigo o de pias; mas con todo esto mando a los yndios pueblos comarcanos que hiziessen la puen ; en el j'nter segundaria la nueua de bien o 1, y assi se hizo. Estando haziendo la puente ; mensajero cierto, que era vn Agustin de lanos, criado muy conoscido de Francisco rauajal, el qual truxo cartas para el y para caldes y regidores. Y llegando a la cibdad odo lo que auian hecho los cibdadanos, y los nueuos y postizos alcaldes y regidores le 1 y entendieron del todo lo que auia pnssado, aron yr adelante y el se fue y passo la puen- Aporima. Alonso de Toro lo rescibio muy ■ con gran plazcr y alegría, y vistas las car ñrmas de Francisco de Carauajal, y assi- ) todos los demás, uvieron gran regocijo y a quanta el lector podra considerar, porque ron como hombres desterrados de sus casas )osseydos de sus haziendas. Estando en esto ;aron otras cartas de sus espias y del Reue-
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rendissimo obispo del Cuzco y de los cibdadanos, en las quales le pedían por merced se boluiesse a la cibdad, pues toda ella estaua a deuocion de Gon- zalo Pi^arro, y que Diego Centeno se yua huyen- do a la cibdad de Arequipa, y con estas nueuas se boluieron todos placenteros y alegres a sus casas. Ya que Alonso de Toro yua para la cibdad le sa- lieron a rescebir muchos de los cibdadanos, mora- dores y soldados, mas de dos leguas, haziendole muchas caricias y cortesías, y. le comentaron de hablar con mucha y buena crianza mostrándole grandissimo amor y buena voluntad. Otros le fue- ron a rescebir mas adelante, ocho leguas de la cibdad, y esto hizieron por desculparsse por allá y por dalle algún plazer y alegría del enojo muy grande que le auian dado a la salida della, y le lle- naron muchos regalos, assi para los maridos, como para sus mugeres. Mas con el gran enojo que tenia en su duro pecho no le pudieron aplacar, porque estaua muy corrido de la mala burla que le auian hecho, y con esto entro en la cibdad y • luego assi como se apossento en sus casas mando prender a muchos vezinos y los mando hechar en la cárcel publica en fuertes prisiones. Y otro dia por la mañana mando ahorcar a los que hallo mas culpados, que auian dicho mucho mal de Gonzalo Pi^arro, y porque auian aleado vandera en fabor de Diego Centeno, porque las espías que secretos auia.dexado en la cibdad le dixeron todo lo que auia passado. Los que ahorcaron y cortaron las cabe9as fueron Martin de Salas, Juan Baptistá el galán, Francisco Manzano, Juan Romo el viejo,
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Hernando Díaz, Martin Hernandes y Alonso Paez de Sotomayor, que todos estos se mostraron muy contrarios y mortales enemigos de Gonzalo Pi^a- rro, nombrándose por regidores, y el vno por al' calde mayor. A Francisco de Meló, que aula sido el otro alcalde ordinario, por ser thesorero de Su Magestad, fue perdonado, y por ruego del obispo y de hombres buenos, que cierto estuuo muy a canto de le cortar la cabe9a; mas en fin tenia en §u poder la caxa del rey, que auia de dar cuenta del thesoro que escaua en su fiel guarda. Queriendo Alonso de Toro proseguir adelante con su dañada y mala 3nitencion fue (1) rogado muy ahincada- mente de el obispo Don fray Juan Solano que vssasse de piedad y clemencia con aquellos mise» rabies hombres que estauan presos en la cárcel publica, que no tenian culpa, sino que el tan sola- mente la tenia porque los auia ynducido para que hiziessen lo que auian hecho. Y pues era assi bol* uiesse su cuchillo contra el y lo matasse, y no a los vezinos que culpa no tenian, y que si algo auian hecho auia sido por verse desamparados del, porque los auia dexado puestos en gran peli- gro de sus personas y vidas y a la dudosa fortuna. Allende desto tuuieron temor de Diego Centeno y de Lope de Mendoza, y que todo esto se auia hecho a fin de que no les quitassen las haziendas y las vidas por auer seguido y seruido a Gonzalo Pi^arro, quanti mas que si hizieron este deuaneo
(i) Tachado: *Mt*y.
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auia sido por la nueua que se dixo de la muerte de Carauajal y porque Centeno traya mas de seys- cientos hombres. Y le pidió por merced que por ^ reuerencia de Dios y de Nuestra Señora templasse su furia y enojo, que bastauaa ya los que auia mandado cortar las caberas y ahorcar; y assi le dLxo otras muchas y diuersas cosas de gran co- misseracion y piedad. Alonso de Toro respondió y replico muchas y diuersas cosas con el-obispo, no los queriendo perdonar; mas al cabo y a la postre se amanso y aplaco en alguna manera, mas dende a ciertos dias los mando libremente soltar de la prisión en que estauan y se hizo ami- go con ellos. Estas son las cosas que suscedieron en la cibdad del Cuzco por la carta que hizieron escreuir por fuerza a Don Martin de Guzman para Alonso de Toro, de la qual resulto que toda la cibdad estuuiesse en seruicio de Su Magestad por algunos dias y a la opinión de Diego Centeno y de Lope de Mendoza. Mas si como Diego Centeno endere90 a la cibdad dé Arequipa se fuera dere- cho al Cuzco, donde estauan y auia muchos gran- des seruidores de Su Magestad, y el tenia muchos afficionados que estauan ocultos que lo querían muy bien, aunque entrara con poca gente hiziera effecto. Para mi tengo creydo que el fuera señor de la cibdad y la posseyera en nombre de Su Ma- gestad y alli se reforjara de gente y armas, pues las auia muchas, y diera batalla a Francisco de Carauajal con muchas ventajas que los leales y cíbdadanos hízieran para lo venzer y matar. Por- que assi como Alonso de Toro se salió de la cib-
aldados y muchos ca- lías y cotas, con otra is, y sobre todo muy al seruicio de Su Ma- is quedaron todos bur- que dicho tenemos.
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ssen si lo sabiaii o auian entendido en alguna ma- nera a donde auian ydo a parar, y que yntencion era la que lleuauan; que se lo dixessen luego, pues auia passado por aquel mismo pueblo y muchos dellos le auian visto y hablado largamente con ellos. Los que querián mal a Diego Centeno por amor de Lope de Mendoga, por los males y daños que les auia hecho los dias atrás, le dixeron de como se auian ydo al pueblo de Yca con obra de cinquenta soldados, y que de lo demás no sabían el proposito y voluntad que lleuauan. Francisco de Carauajal se holgó mucho con esta nueua y tuuo entendido que los podria coger alli descuy- dados y que entonces se acabarian y fenescerian sus traba xos y cuydados que tanto le fatigauan con tanto caminar de dia y de noche, porque su desseo era ya de parar, por descansar. Luejgo mando sin dilación alguna, después de auer cena- do lo poco que le cupo, assentado en vna silla, que no quiso que se le pusiesse mesa, estando rodea- do de sus capitanes y de algunos vezínos, que se ajuntassen todos los soldados, porque andauan por las casas de los yndios y por las sementeras bus- cando que cenar y no hallaron otra cosa sino mu- chas majorcas de mahiz verde que estañan aun en leche, que comieron dellas aquella noche hasta hartar. Pues ajuntados los soldados y llegados ante el, les mando que todos fuessen por la via que vn adalid español los licuaría, que los vezi- nos de alli se lo auian dado para que los guiasse hasta el puerto de Quilca. Porque otros vezínos que estañan afñcionados con las cosas de Diego
las compaflias de Pedroiie Castañeda y de Martin de Almendras, y luejfo yua la compaflia de Alon- so de Mendoza, y por retaguardia yua la compa- flia de Francisco de Carauajal, que acompañauan et estandarte mayor que lleuaua Juan JulHo de Hojeda. El Maestro de campo Dionisio de Bobadi- lla, yel sargento mayor Balthasarde Cepeda, ylos otros sargentos menores yuan corriendo de vna parte a otra mirando como caminauan los solda- dos, y también porque algunos dellos no se les C|iiedasse[nJ atrás. Como la noche hizo muy escura y el cielo de grandes nublados, no fueron por el ca- mino derecho que va al puerto, antes se subieron vo poco arriba hazia las Charcas porque lo mando assi Francisco de Carauajal al adalid que licúa- nan, porque tuuo entendido de prender a Die¡>o Centeno porque podría yrse por alli a las Char- cas, y desu manera comentaron de marchar con grande priessa. Yendo, pues, todos caminando juntos y apiñados, quando amanescio no aui.in an- dado tres leguas, a causa que hizo aquella noche grandissimo frió, por lo qual comenijaron cassi todos los soldados a caer de sus cauallos y de sus muías abaxo en el suelo, dando grandes bozes y ge- midos, diziendo que se morian. Causóles este mal
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er comido aquella noche muchas majorcas liz verde y crudo, que como auia diasque lian sino vn poco de mahiz tostado, tenían omagos vazios, que fue este mal a manera )Con que da a los cauallos quando han co- nucho mahiz, y assi se tendieron muchos en el suelo, que no pudieron passar mas te. Después que entro el dia y la calor, co- ron de aliuíarse corriendo de vna parte a pie, y como sudaran se les quito va poco el assi continuaron su camino en seguimiento :apitan que a la media noche se auia ade- ) con veinte y cinco de a cauallo y arcabu- Francisco de Carauajal auia hecho alto tres de alli por aguardar a sus soldados, que fue do de lo que les auia acontescido y del mal i auia dado, por lo qual tuuo rezelo que sal- lor allí algunos hombres de Diego Centeno, bian, por hazelles todo el mal y daño que sen. Que cierto si por alli salieran Diego lO o Lope de Mendo9a con veinte arcabuze- rdaderamente digo que no quedara hombr? fuera preso, o muerto a puñaladas, que
0 dellos se deffendiera, por el mal que te- aquel dia se perdiera el nombre de Fran-
e Carauajal y aun no estuuiera bien sanéa- le Gonzalo Pii;arro. Este trance y el del y el del pueblo de Paria se perdieron los ido de Diego Centeno; mas en fin, al fin
1 vn cxercito no sabe muchas vezes lo que rario haze, por falta de auisos y buenas es- : pierden muchas vezes buenas coyunturas,
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como se perdió aqui tan buena por no querer pa- rar vn poco, sino yr de corrida. Después que todos los soldados llegaron adonde Francisco de Cara- uajal estaua, descansaron por aquella noche, aun- que no tuuieron que cenar; antes se morían de hambre y de frió, porque no hizieron fuego para callentarse, ni tuuieron fregadas con que cubijar- sse, sino eran las cotas que trayan acuestas, que los enfriauan mucho mas. No era bien amanescido quando todos estauan ya a cauallo y assi tomaron a marchar en seguimiento de Diego Centeno, lie- uando por delante la guia español que los lleuaua por senderos no sabidos ni trillados por los espa- ñoles, y caminaron de vn apretón aquel dia y la noche siguiente hasta otro dia. Ya que serian las nueue de la mañana llegaron a la costa de la mar del Sur, desde donde vieron vn nauio que andaua en calma sobre aguas de la mar, porque el capitán Ribadeneyra lo auia tomado en el puerto del rio Nilo vna noche con doze arcabuzeros que auia lle- uado, con vnas balsas de caña que hizieron para el effecto. Y tomado el nauio se yua con el al puerto de Quilca, como estaua concertado con Diego Centeno, y auianle tomado las calmas en aquel paraje y a esta causa se estaua alli hecho boya, sin poder llegar al puerto de Quilca como el lo desseaua. Francisco de Carauajal se holgó mu- cho de lo ver, no porque supiesse a donde yua en- caminado, ni que derrota lleuaua; y assi llegaron a vn pueblo de jmdios pescadores que estaua junto a vn arroyo de agua y junto a la playa de la mar. Aqui hallaron mucho mahiz, gallinas y puercos
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itílla que tenia la carne sabor de pescado, > comían otra cosa porque se metían nadan- uro en la mar a cogello, y aquí sacaron to- víentre de mal año y se refrescaron y des- 'on hasta quanto tres horas, que mas tiempo ir no les dieron. Entre tanto que descaosa- mchos de los soldados comentaron de rehe- iis cauallos, que venian desherrados y des- i, porque adeuinauan que auian de yr tras Centeno hasta la cibdad de Lima según que an la priesa en caminar. Otros se hecharon - nir encima del arena al sol, que venían muy itos y bien fatigados del largo camino que Ueuado y del poco dormir (1) con las cotidia- nas que auian hecho caminando desde el día imen^aron desde el pueblo de Paría a dar Icance a Diego Centeno y a Lope de Mendo- mo atrás queda dicho.
CAPITULO xin
DE COMO FRANCISCO DE CARAUAJAL CONTINUANDO SV CAMINO LLEGO AL PUERTO DE QUILCA, Y DE LAS PA- LABRAS QUE DIXO AL PASSAR DEL RIO Y DE LAS COSAS QUE LE DESCUBRIÓ VN ESTANQERO ACERCA DE CENTE- NO, Y DE OTRAS COSAS QUE PASSARON EN EL YNTER
Ya que auian descansado y refrescado todos los soldados en aquel pueblo, como queda dicho, luego Francisco de Carauajal, sin aguardar tan solo vn punto ni a cosa alguna, passadas ya las tres horas caualgo en su muía bermeja y mando a los suyos hazer otro tanto, lo qual se cumplió prestamente y se vinieron luego a ponerse delante del todos puestos a cauallo. Y con esto les hablo amorosamente apercebíendoles caminassen con gran priesa sin quebrar el hilo de la borden en la qual los auia puesto, por quanto el quería yr ama- nescer sobre Diego Centeno y Lope de Mendoza, que tenia entendido estarían en el pueblo de Quil- ca bien descuy dados de su repentina (1) llegada. Yendo, pues, caminando todos en vna hilera, vno en post del otro, por ser el camino angosto y es-
(ij TaclMdo: c^ydm.
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trecho en partes, anduuteron todo aquel dia sin descansar ni cortarse el hilo que Ueuauan, porque se >'uan aguardando los vnos a los otros. Ya que serian dos horas de la noche comento de hazer grandissimo frió, por lo qual comenijaron poco a poco muchos de los soldados a quedarsse en cada barranco que hallauan; los vnos por licuar los ca- uallos muy cansados, y los otros por yr ademas so- ñolientos. Y otros, por el gran frió que hazia, no pudiendo passar mas adelante, se hecharon a dor- mir detras de vnas peflas muy grandes, tomando- las por reparo del viento muy frió y delgado que corria que les traspassaua el cuerpo, que ya no lo podian sufrir. Francisco Carrillo, alférez del capi- tán Martin de Almendras, como yua mal dispuesto y porque el sueño y el frío le fatig:auan mucho se apeode su cauallo, y otros que le acompaña uan, los quales se metieron con el estandarte de damas- co blanco en vn corral de ouejas mansas de las desta tierra que alli cerca del camino estañan- Verdaderamente digo que no lo sabré dezir, que no se que cuerpos tenian estos hombres, assi los de Diego Centeno como los de Francisco de Cara- uajal, ni que sufrimiento les bastaua, ni con que paciencia podian tolerar tanto frió, trabaxo y ham- bre como passaron en este tan fastidioso camino, sin descansar, que cierto no uviera otro cuerpo humano que lo pudiera comportar. Francisco de Carauajal, como soldado viejo, y antigo que sa- bia suffrir y passar por estos trabaxos y otros ma- yores, no paro en ninguna parte, antes anduuo to- da la noche sin parar con setenta hombres de a ca-
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■s: Señor, lo que yo sabré dezir en este ca- [ue Francisco Negral es ydo hazia la cibdad i por el camino de los Llanos con mas de ta hombres de a cauallo y arcabuzeros; y >nteno no se del, ni adonde es ydo, mas krna noche desa páreselo deste pueblo con 6U Suazo; y Lope de Mendoza, seflor, me pa- je es ydo por la costa arriba con vnos pocos buzeros, y a lo que después oy dezir a cier- lados, que se yua a meter en la prouincía de reas, o a la villa de la Plata, para tomarse ra vez con ella. Y el capitán Diego de Ri- »Ta es ydo por el nauio que paresce en la ara ciertos respectos que entre ellos se omunicado; y entonces dixo otra vez Fran- e Carauajal: córtenme la cabera sino esta i cerca Diego Centeno, pues el verganlio 1. Embio a. llamar otra vez al estanciero, se auía ydo de alli, que lo auía embiado a iu amo, y le pregunto con furia y gran eno- )iego Centeno y por los demás, y que en 30 le dixesse la verdad; si no, que botaua a ' a quantos que lo mandaría lu^o ahorcar; inciero respondió, con temor que tuno del, i: Sefior, yo no se mas qut; dezir mas de que tengo dicho de los capitanes; que Fran- ?gral se yua a Lima, y Lope de Mendos hazia las Charcas, y que Diego Centeno desaparescido vna noche d'entre sus solda- ue no sabia del mas cosa alguna. Como su- Lope de Mendoza era ydo a las Charcas )s, embio luego tras ellos a Diego de Al-
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mendras, hermano del capitán Martin de Almen- dras, con veinte y cinco arcabuzeros en buenos cauallos y muías andadoras. Y por otra parte, te- niendo creydo que Francisco Negral se yua á Li- ma, tuno gran rezeloque podía causar en la cibdad alguna controuersia de algún mal ynfortunio, de lo qual le peso en el alma y luego determino de yr alia antes que Francisco Negral Uegasse a la cib- dad. Y assi como yuan llegando los soldados poco a poco, mando a sus capitanes que se apercebiessen para yr a la cibdad de Lima en seguimiento de Francisco Negral, pues Diego Centeno quedaua en el ynter alli escondido, y que luego darían labuel- la en busca del, y esto tuuo siempre encasquetado en la cabera. El capitán Juan de Morales, viendo que los soldados estañan cansados y bien fatigados del largo camino que auian traydo, le dixo que mi- rasse atentamente lo que mandaua hazer, porque ya no auia soldado de quantos le auian seguido que estuuiesse para caminar tan solo un passo, que muchos dellos estaban (1) enfermos y a esta causa no auia quien le pudiesse seguir tanto, y que mira- sse muy bien que todas las muías y cauallos que trayan estañan muy cansados, matados y desherra- dos, y que no podrían caminar quatro leguas, quanti mas llegar a la cibdad de Lima, que auia ciento y quarenta leguas de camino arenoso y pe- dregoso y mucha calor, que desmayarían en el camino las bestias y se quedarían los soldados en el camino, como lo auian hecho los demás que se
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auian quedado atrás. Y que mejor fuera y mas acertado y aun fácil de hazer (1) embiar vn men- sajero por la posta para que diesse auiso a Loren- zo de Aldana, que estaua en Lima (2) de lo que pa- ssaua, y que de alli passasse mas adelante a las otras partes para que hiziesse lo mismo para que todos estuuiessen aduertídos. Y que de presente no desamparase aquella tierra hasta prender a Diego Centeno, pues estaua por alli libre y escon- dido, y no sin causa, y que con su libertad podría causar muchos males y daños peores que los pa- ssados, si se tornaua a las Charcas, pues Lope de Mendoza yua por alia; y assi le dixo otras muchas cosas. A Francisco de Carauajal le parescio bien lo qjie Juan de Morales le aula dicho y viendo la mucha razón que tenia propuso de lo hazer assi, y porque también vido que auian caminado sin parar cassi al pie de ciento y cinquenta leguas en doze dias. Yten, conoscío que muchos soldados estauan enfermos de cámaras y calenturas, por la mucha agua frigidissima que auian beuido muchas vezes, que los auia corrompido, sin comer cosa alguna sino vn poco de mahiz crudo, como cauallos, que no auian tenido lugar de lo tostar, por solo cami- nar. Por estas cosas y por otros respectos deter- mino embiar mensajero y escriuir a Gonzalo Pi9a- rro haziendole saber todo lo que passaua, y para que de camino fuesse anisando a todos los thenien- tes que residian en todas las cibdades, villas y lu-
co Ms. hazer que era,
(i) Tachado: j^ara que le dieeu auiso.
HV
AJAL SUPO LAS SERAS ESO Y RI8ADENEYRA L TIERRA, Y PROPUSO O BFFECTO. Y DANDO-
: DE allí a la Mus-
lo quaado Francisco tado, y viendo el na- le las corrientes lo ', se holgó delto en
andana en calma, y ;go de Ribadeneyra iego Centeno y sin is que con el auian on gran presteza y ) que hiziesse venir ¡os, para que hizie- a Huiana y de cañas r alli en aquel rio, y :has canoas, que las
laguna de la Nueua ndo seruir^n algo a ; andana amenazan-
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do con la muerte, y porque el y los demás de sus capitanes no sospechassen del alguna cosa, por que a crudos tormentos le harían dezir por fuerza lo que sabia de Diego Centeno, y assi se fue a el y le dixo con palabras muy humilldes: Señor, pa- resceme que sin balsas, ni canoas, y sin meter- se V. m. en la mar, se podra tomar fácilmente el nauio, y esto se puede hazer a poca costa y sin riesgo alguno; y luego le dixo las señas y contra- señas que auia entre Diego Centeno y Diego de Ribadeneyra, diziendole que el las auia oydo pla- ticar y concertar entre ellos dos solos en secreto vna noche, estando el detras de vn seto de cañas, porque hablauan vn poco alto, sin que dellos f ue- sse visto ni sentido; de lo qual Francisco de Cara- uajal se holgó mucho y le prometió de se lo gra- tiffícar muy bien por el auiso que le auia dado. Pues sabidas ya las señas y contraseñas que se auían de hazer de entrambas partes, tomo consigo a Juan Jullio de Hojeda, su alférez mayor, y los capitanes y cinquenta soldados y se subieron en- cima de vn otero o cerro pequeño que estaua ape- gado al puerto, los quales todos se pussieron enci- ma del para que fuessen vistos de los que estañan en el nauio. Desde alli el alférez Juan Jullio de Hojeda, que estaua vestido de grana como lo anda- na siempre Alonso Camargo, alférez mayor de Diego Centeno, comengo de campear el estandar- te, que era de damasco carmesí, que desde lexos se páresela mucho al estandarte de Diego Cente- no, como atrás queda dicho. El capitán Diego de Ribadeneyra, viendo esta seña que era la primera»
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tuuo creydo que era el alférez Alonso Camargo y que Diego Centeno y sus amigos estarían allí aguardándole; respondieron luego con otra seña, que fue tirar un arcabuzago, y los de tierra tira- ron assimismo otro arcabuzago. En fin, los del na- uio hizieron vna seña con vn líenlo blanco dando a entender de como el barco venia a tierrf , y los de Francisco de Carauajal hizieron otra seña con otro liento blanco para que se viniessen. Y con es- to Diego de Ribadeneyra embio él barco con cier- tos arcabuzeros los quales venian auissados de su capitán que mirassen bien que no fuessen engaña- dos si eran de los enemigos, y para que viessen si estaua en tierra Diego Centeno y lo que man- daua que se hiziesse, que alli le estauan aguardan- do. Quando Francisco de Carauajal vido venir el barco se holgó en gran manera, creyendo de auer- lo en su poder, por lo qual mando a veinte arca- buzeros que luego se abaxassen y que ninguno de- llos les hablasse, sino que todos se escondiessen detras de vnas peñas grandes que a la redonda del puerto estauan. Este puerto esta hecho a ma- nera de vna herradura, que por de dentro esta bien ancho y [en] la boca esta vn poco angosto, y en las puntas del vn cabo y del otro mandó Francisco de Carauajal que se pusiessen los arcabuzeros. Yten, les mando que entrando el barco se mostra* ssen luego, porque de miedo dellos no se boluie- ssen ni se saliessen a la mar haziendose a lo largo» deffendiendoles la salida a puros arcabuza90s y que assi serian presos, porque tuuo creydo que Diego de Ribadeneyra venia alli y que entraría
„ de los soldados que estauan en el otero alto ni los que estañan en lo baxo no les dauan el parabién de sus venidas, sospecharon mal. Y con esto tuuieron co- noscimiento luego que no eran de los amigos, sino que eran de los traydores piíparristas sus mortales enemigos, y disparando sus arcabuzes a lo alto del otero contra los que estauan en el y contra los que estauan en lo baxo, comen9aron a dezir a grandes bozes: ¡A traydores, cismáticos, enemigo&de Dios y de sus sanctos y de Su Magcstadl no penséis que con asechanzas y traydoramente nos aueís de prender; a Tuta, a Tuta, que es tierra de vellacos como vosotros; y assi les dixeron otras cosas feas y de gran baldón y con esto dieron la buelta mas de priesa que despacio y se fueron al nauio. Los pi^arrístas quedaron afrentosamente burlados y aun bien corridos de las palabras ynjuriosas que los leales les autan dicho, principalmente el gran tirano, que bramaua como vn toro acosado viendo que no auian hecho ningún effecto en tomar el nanio y a los que venían en el. Pues viendo Fran- cisco de Carauajal que los del nauio se yuan con el barco, mando que los arcabuzeassen los del otero y los de abaxo, y como ya yuan lexos de alli no les hízieron ningún mal ni daño como el carnicero lo desseaua. En fin, como vido que no
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lido prendellos se tomo con gran enojo a sentos y con gran furia mando al estancie- js canoas y las balsas fuessen luego tray- que el quería yr alia en persona a dar ; al nauio y prender al capitán Diego de leyra ya los soldados que venían con el. s se trayan las balsas y las canoas escri- carta a Diego de RibaJeneyra con dos yn- pueblo, ios quales fueron en vna balsilla, en ella breuemente se contenía era: Que con gran vehemencia a todos los caualle- estauan en el nauio se diessen al seruicio ngestad y al de Gonzalo Piíparro su sefior, )ian que era Gouernador jurídicamente de 5 reynos y prouincias del Perú en nombre que el como buen señor les gratífñcaria licio que le harían, con hazimiento de mu- ieñaladas mercedes. Y de sí les embio a e si ellos se dauan y se ponían en sus ma- prometía y daua su fee y palabra, como o hijodalgo, que no les baria el, ni otro ningún mal ni daño, sino que ¿ntes les uy gran amigo y buen tercero para con imo por la obra lo vería. Y que el haría de ;ra con su señor Gonzalo Pícarro para que onasse en todo lo cíuíl y criminal, y les ha- de comer en la tierra el que no lo tuuíesse, lo Luuiesse seria amercendeado y gratiffi- otra manera, de que les diesse gusto y ntento. Quando vido Diego de Ribadeney- [Tarta no hizo casso deila y a los yndios dio tormentos preguntándoles quantos hom-
dixeion que eran muchos, mas que no sabían quan- tos eran, que no los auian contado. Y con esto des- pacho a los yndios atormentados, sin responder a la carta cosa alguna, antes embiaron con ellos vna gran multitud de bulas de la Cruzada que Ueuauan a la prouincia del Chile, gouemacion que fue des- pués de Pedro de Valdiuia, con vn escripto sin ti- tulo ni firma que desta manera dezia: Estas bulas de la Cruzada hallamos en este nauío, que las Ue- uauan á la prouincia del Chile; a v. m. suplicamos las- mande entregar al Comisario 6 Vicario que estuuiere en la cibdad de Arequipa, porque no se pierdan, sino que tan sanctas cosas como en ellas se contienen se distribuyan entre los xpianos, o se pongan en la caxa de la yglessia o en la de Su Ma- gestad. Venidos que fueron los yndios a tierra con aqueste recaudo, sintiólo mucho Francisco de Ca- rauajal y tomólo por afrenta viendo que no le auian respondido a su voluntad, ni lo que el qui- ssiera que se hiziera: que luego se dieran con las manos atadas al seruicio de Goncalo Pigarro; y de no lo auer hecho grunia y rauiaua como vn des- esperado. También se enojo brauamente porque auian (I) dado trato de cuerda y azotado á los tris- tes de los yndios que el auia embiado, sin tener para ello ninguna razón ni occassion, siendo men- sajeros y vnos yndios bocales que no sabrían res- ponder a lo que tes preguntauan; por lo qual nian-
(1) Ui.«u«>^.
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gandes bozes y con gran furia que las balsas }as se truzessen antes que et nauio se f uesse. le se comeii?aua a traer todo recaudo, y es- ya todos los soldados puestos a la lengua del para embarcarse en las balsas y canoas, abi- iiamente el viento y el nauio se fue de allí con 1 ligereza lleuando viento en popa, que en [horasj le perdieron de vista. Y con esto fue- parar todosa la NueuaEspafla,comodespues ido el tiempo se supo, que no se atreuieron "ierra Firme a causa que estaua por alia Pe- lonso de Hinojosa con toda la flota, y porque quella tierra estaua a deuocion de Gonzalo •o, como atrás queda dicho. En este viaje que on Diego de Ribadeneyra y los suyos descu- in las siete yslas Perdidas, que ellos Uama- ; los Patagones, que según fama son muy ri- as de oro que de plata, y están enfrente del ■y de Yca, que es en las tierras del Perú, a la linea equinocial, hacia el norte. Y están yslas pobladas de hombres medio gigantes y indes y disformes pies, y Diego de Ribade- por esta razón los llamo patagones, según isyndios de Yca lo dizen, porque tuuleron los grandes contrataciones antes que los es- ;s viniessen a conquistar estas tierras, como ite diremos.
CAPITULO XV
DE COMO FRANCISCO DE CARAUAJAL, DESPUÉS QUE SE FUE EL CAPITÁN DIEGO DE RIBADENEVRA DEL PUERTO CON SU NAÜIO Y NO AUIENDO HECHO NINGÚN EFFECTO» SE BOLUIO CON SUS CAPITANES A LA CIBDAD (1), Y DE LAS COSAS QUE HIZO EN ELLA
Como el Maestro de campo Francisco de Cara- najal vido que el capitán Diego de Ríbadeneyra era ydo con el nauio, le peso en gran manera; mas Tiendo que no auia podido ni auia sido mas en su mano, que harta diligencia auia puesto en todo, se dio mucha priesa en despachar al capitán Juan de Morales con las cartas que escriuia, las quales es- criptas las despacho y embio con breuedad. El mensajero que las lleuaua, como hombre cuyda- doso y diligente, caminando dias y noches llego a la gran cibdad de Los Reyes, que es en la prouin- cia de Lima, que ay ciento y treynta leguas tira- das, en nueue dias, que fue por el camino Real que llaman de los Llanos o de la Costa. Caminaua vnas veces en vna hamaca, que los yndios a re- muda lo lleuauan en hombros, corriendo, y otras
(I) Tachado: tU Quilca,
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a en su muía, que era muy andadora, que as gentes dixeron que andaua quinze le- dia y que le auia costado ochocientos pe- len oro por ser tan buena. Pues llegado a 1 de Los Reyes sin que en el camino le aui- guna controuersia, dio las cartas al the- iren^o de Aldana dándole cuenta y razón
0 que se auia hecho, de lo qual el y todos onados a Gonzalo Pi^arro se holgaron :ho por tan buen suceso y aniso. Passan- delante, yendo por todas las cibdades, vi- ¡ares fue dando el mismo auisso a todos ;nies de los dichos pueblos, de todo lo que :edido, hasta que allcg:o a la cibdad de
1 donde hallo a Goncalo PJcarro que esta- mando de partirse para Lima. Llegado ante el le dio las cartas, y después de tiandado leer se holgó mucho con el buen ; Francisco de Carauajal, y mas con el e de Diego Centeno, aunque mas quissie- preiidiera, y también a Lope deMendo^, indo hospedar muy bien a Juan de Mora- idole dar todo el recaudo que uvo raenes- r otra parte mando á sus capitanes y sol- incipales que se regozijassen e hiziessen fiestas por estas nueuas que tan buenas a ellos, y assi se hizo, que aquella noche unas y hachas encendidas y grandes lumi- ir toda la cibdad, y el domingo siguiente i y juego de cañas. Después que Francis- nmaj.il uvo embiado al mensajero y vien- lli de presente no auia mas que hazer, de-
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termino yrse a la cibdad de Arequipa por derecho camino, por descansar en ella de tantos trabaxos y fatigas y de tan largos caminos como auian to- dos passado, assi de hambre como de fríos muy yntollerables. Assimismo, viendo las grandes y diuersas enfermedades que los suyos tenian, que del camino se les auia[n] recrescido del caminar de dia y de noche y de beuer agua muy fria en ayu- nas, llenando las armas acuestas yendo muchas vezes a pie, y llenando la comida encima de si, si la hallauan, quando estañan los cauallos cansados y fatigados. Entrando, pues, estos perseguidores de los leales por la cibdad, lleuauan todas las van- deras tendidas con los estandartes que yuan tre- molcando por el ayre, y al son de los atambores y pifaros yuan marchando con buena hordenan^a, de tres en tres, puestos en hilera, como hombres triumphantes por la vitoria que auian alcanzado, y los arcabuzeros lleuauan sus arcabuzes cargados con dos balas porque assi les fue mandado. Todos quantos vezinos auia en la cibdad le salieron a rescebir y a dalle la buena pro de su llegada y el pésame de sus trabajos, y assi le metieron en ella con demonstracion de mucho plazer y alegría y lo apossentaron en las casas del marques Don Fran- cisco Pi<;arro, que caen en la pla^a. Los capitanes y soldados fueron apossentados por el Maestro de campo Dionisio de Bobadilla y por el apossenta- dor mayor Francisco Miguel, por sus quarteles, en casa de los cibdadanos, repartiéndolos a como cada uno dellos tenia de renta de los repartimien- tos de los yndios que tenian en encomienda, y se-
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possibílidad. Aunque otros fueron aposea- :n algunas casas que estauan vazias y des- as, que los vezinos se auian huydo y se ^do a diuersas partes, de miedo de Francis- ^arauajal, y estos soldados que se apossea- in estas casas vazias comieron a costa de los lantes y de los tratantes. Después que uvo 3 a la cibdad, dende a dos dias comen<;o muchas cosas, las quales todas fueron en o de Gonzalo Pi^arro, dizlendo y coloran- las hazia en seruicio de Su Magestad. Y por irte pidió a todos los vezinos que aula le die- Igunos dineros de los que tenían de sobra, acorrer a sus soldados, que venían muy oc- ios, los quales se le dieron, aunque pocos, a caxa de Su Magestad saco mucho dine- inca pagar, que los ofñclales no le ossa- ntradezir de miedo. Todos los pueblos de que estauan vacuos y los que tenían los ve- |ue se auian ydo con Diego Centeno los pu- cabera de Su Magestad, para que con este Y nombre siruiessen a Gongalo Picarro, co- ipues le siruieron. Otro si, mando a los ma- nos de Goni;alo Pi<;arro que tenia en diuer^ rtes, que recogiessen y tomassen todos los }s que los yndios dauan, assi en oro y plata en las demás cosas, y se los embiassen con recaudo adonde quiera que el estuuiesse, e auian de ser para los gastos y espedicion ^erra. A Xpoual Beltran nombro por algua- j'or de la cibdad en nombre de Gonzalo Pi- y lo hizo rescebir en el cabildo por tal, pa-
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ra que siempre se hallasse en los cabildos que los Regidores hiziessen, y tuuiesse voto en el; lo qual todo se assento en el libro de cabildo con la mer- ced que se le hizo. Hecho esto le caso con vna viuda hermosa y honrrada que tenia repartimien- tos de yndios, y esto lo hizo sin consentimiento de sus parientes, que no quedan casalla con el; mas en fin, el matrimonio passo aunque les peso, de manera que el le puso en buen estado, que lo que- ría mucho. Assimismo caso en csta^cibdad a cinco soldados de los principales de su exercito con otras cinco viudas muy honrradas, y les dio los repartimientos de yndios que autan tenido sus ma- ridos en encomienda por los gouernadorés passa- dos en nombre de Su Magestad. Supo dende a ciertos dias, de sus espias que en muchas partes tenia, como ciertamente Diego Orgoñez y Miguel Cornejo, vezinos de la cibdad, tenian escondido a Diego Centeno, de lo qual se enojo brauamente contra ellos, porque se dezia que lo tenian en las sierras de los Andes o de Condesuyo, mas no sa- bian en que parte o lugar estaua. Y por no matar a estos hombres, que bien pudiera, y por no poner en conSussion ni escándalo al pueblo, que estaua quieto y paciffico, y por ser estos cibdadanos de los mas principales que en ella auía, disimulo con ellos y los dexo estar por entonces. Mas después de todo esto los embio con gran disimulación con cartas a la cibdad de Los Reyes para que las die- ssen a Gon(;alo Pigarro y al licenciado Diego Vas- quez de Cepeda, quondan Oydor, que era theniente sobre todos los thenientes y justicia mayor de toda
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la tierra. Y les embio por auiso con Agustín de Castellanos, que ya era buelto de la cibdad del Cuzco, diziendoles de como les embiaua aquellos vezinos para que alia los detuuiessen en el entre- tanto que el andana apaciguando por acá la pro- uincia de las Charcas, o si no, que híziessen de tal manera que en toda la vida no boluiessen mas a sus casas, porque cumplía muy mucho hazer esto. Por quanto estos hombres tenían escondido mali- ciosamente a Diego Centeno y a Luys de Ribera, y que no los escondían sin proposito ni causa al- guna, que algún misterio auria en el casso, y que fuessen para ello atormentados para que dixessen la verdad en donde los tenían escondidos, y que si no la dixessen les diessen garrote vna noche. Y que sí todo esto (1) se hazia, fuesse hecho muy secreta- mente sin que persona alguna lo entendiesse que el daua este auiso, para lo que adelante se auia de hazer, porque ymportaua muy mucho a sus vidas, personas y saludes. Gonzalo PÍ9arro rescibio estas cartas y por mostrarse humano y gran amigo de- llos, y por consejo que para ello le dio el licencia- do Benito Juárez de Carauajal, fueron perdona- dos, aunque fueron mansamente preguntados que adonde estañan Diego Centeno y Luys de Ribera, que se lo dixessen; ellos negaron reziamente y con juramento que no sabían dellos. Y por estas cosas y por ciertas causas y respectos no les quiso hazer mal, ni matar, antes los embio dende a cierto tiem- po a sus casas, haziendoles muchas promessas y
(i) Tachado: no.
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porque terablaua mucho, y por escapar de la muerte vinieron a dar en ella, porque dende a dos días vinieron a morir conffessados y comul^dos «orno buenos xpianos. Y lo que se cayo de la casa de Carauajal, que fue un gran pedazo de vna cá- mara, mato miserablemente a qaatro pobres yn- dios y vn negro del dicho Francisco de Carauajal que se auían arrimado por aquella parte, y en toda la cibdad no se cayo ninguna casa.
CAPITULO XVI
DE COMO FRANCISCO DE CARAUAJAL SALIÓ DE LA CIBDAD DE AREQUIPA Y SE FUE A CHOCUYTO, PUE- BLO DE SU HAGESTAD, Y DE LO QUE ALLÍ DIXO A SUS CAPITANES Y SOLDADOS PORQUE SE QUERÍAN YR, DIZIENDOLE TODOS QUE LA GUERRA ERA YA ACA- BADA
Después que Francisco de Carauajal uvo des- cansado en la cibdad de Arequipa y auiendo hecho lo que tenemos dicho y viendo que de presente no auia mas que hazer en ella, determino de yrse a la prouincia de las Charcas, por dos causas y ra- zones que le mouieron a yrse con mas breuedad de lo que el tenía pensado. La vna fue, y lo mas principal^ por no dar lugar a que Lope de Mendo- za se al<;asse otra vez con la villa de la Plata; y la otra fue por repartir toda aquella prouincia entre sus soldados y capitanes, como ya lo auia dicho y prometido muchas vezes que les daría los yndios que estañan vacuos, para hazer nueuos vezinos en ella. Con aqueste acuerdo embio adelante cassi la mayor parte de los soldados al pueblo de Chocuy- to, que es de Su Magestad, en donde tenían todos la ropa y fardaje que auian dexado atrás, y les
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\ae le aguardassen allí hasta en tanto que ise con la demás gente, lo qual se hizo assi. pueblo estañan muchos soldados que se ledado atrás, los vnos de cansados y en- y los otros por no tener cauallos ni muías ier seguir a su capitán, que en el camino lian muerto, o cansado, con tantocaminar de noche. También se quedaron otros por ■ el oro y la plata y gran cantidad de ropa iderias que Francisco de Carauajal tenia, : SUS soldados auian dezado, que todo auia í parar a este pueblo, que los yndios que luan no pudieron andar tanto como sus ue caminaron por la posta. Estos soldados >s tuuieron creydo que Diego Centeno y ; Mendoza auian de boluer por otro cami- e dicho pueblo para yrse a las Charcas, y 1 y por otros respectos elegieron entre si a ado llamado Diego de Guzman de Lara dillo en nombre del cruel tirano, porque lañes que eran se auian ydo con el a la cib- Arequipa, que ninguno auia quedado atrás, íSto luego embiaron a llamar a todos los z y principales yndios de aquella gran pro- lara que truxessen muchos bastimentos pa- stentacion de los soldados, y assi truxeron carneros, mahiz y papas, con otras mu- sas de comer. Pues venidos ya los yndios daron hazer una casa fuerte con quatro sus troneras, en donde se metieron todos, auan de dia y de noche como si estuuieran na frontera de enemigos, hasta que en fin
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supieron ciertamente el desbarate total de Diego Centeno y de Lope de Mendoza. Los soldados que se adelantaron desde la cibdad de Arequipa, lle- gados a este pueblo, muchos dellos no hallaron los yndios de carga ni de seruicio que atrás auian de- xado, porque se les huyeron llenándoles la ropa y las yndias que tenían y se fueron a sus tierras y a otras partes con ellas a esconderse. Por lo qual comentaron todos estos soldados a brauear y aun derrenegar, quexandose brauamente de Francis- co de Carauajal, diziendo a grandes bozes que por seruir a Gonzalo Pi^arro auian perdido lo que te- pian, y que si en viniendo el no los remediaua y les socorría con dalles algún dinero o ropa, que se auian de yr y dexalle porque se anduuiesse solo. Dexado esto aparte, Francisco de Carauajal se partió de Arequipa con los demás soldados que con el auian quedado, y viniéndose por sus jorna- das contadas llego al pueblo de Chocuyto y le sa- lieron a rescebir todos los soldados con dos vande- ras y dos atambores que auian llegado antes. Y al tiempo que emparejo con ellos, los alférez abaja- ron las vanderas ante el, y Francisco de Caraua- jal les quito el sombrero, y assi se ajuntaron todos y se tornaron al pueblo con las vanderas tendidas como triumphadores, y el se apossento en la ygle- ssia. Los soldados qne llegaron de nueuo con Fran- cisco de Carauajal comentaron también de bramar y aun de rauiar porque assimismo les f altana a ellos la ropa y el seruicio, como a los otros, porque se la auian llenado furtiblemente sus mismos vndios a diuersas partes. Los otros soldados que hallaron
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la, por ser sus yndios fieles se holgaron mu- luego se apossentaron por las casas de los lies, que auia muchas vazias; de manera que lesesperauan rauiando y otros se holgauan an plazer y alegría en auer hallado lo qne que no les faltaua. Los desnudos, que_ eran is, comentaron todos juntos y cada vno de en secreto y en publico, de gruñir y bramar laldezir a Francisco de Carauajal, derrefle' de la aduersa fortuna por tanto.trabaxo y :omoauían passado y aun passauan, y que an que vestirse, porque andauau todos des- y descal<;os. Yque Francisco de Carauajal, iU noticia auia venido todo esto, que se lo ra dicho, no hazía mincton ni casso de les iun socorro para vestirse; y assi comen^a- lezir que se querían yr a do bien les pares- pues tan mal se hazia con ellos, porque no lan lo que auian menester. Algunos, por te- fun buen comedimiento pidieron licencia a eral para yrse a sus casas, o a otras partes, guerra ya era acabada y que no auia con ompetir, ni menos con quien batallar, por- los los enemigos estañan huydos y escondí- temor, y que la tierra estaua paciñca y a 3n de Gonzalo Pitarro. Francisco de Cara- esque vido que tantos le pedían licencia pa- , no la quiso conceder a ninguno; antes les nseniblante muy ayrado que agora mas que ;staua muy encendida la guerra yque ningu- reuicsse de yrse sin su licencia, so pena que laria castigar; y porque ninguno pretendie-
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mo lo suelen hazer en yéndose alguno, poco yrian agora- tras ellos si se fuessen; t lo hizo por no embiar la soga tras el cal- General le peso mucho de la yda destos , por lo qual mando al Maestro de campo de Bobadilla mandasse hechar vando cün ibor por todo el exercito para que todos 1 ante el, el qual estaua apossentado en la de aquel pueblo, porque les queria ha- ongregados todos les hizo esta platica con te y aparencia muy graue: > puedo pensar que sea la causa que assi mouido y acouardado a quereros apartar mpañia y dexarme a tal tiempo, estando a mas encendida y traaada que nunca estuuo, y en esto veo la gran ceguera y que tenéis, sin mirar lo adelante, sabíen- ;-ope de Mendoza es ydo a las Charcas áemas que aueis oydo. Paresceme, según iicho, que algunos de vosotros os queréis o andar vn poco de camino que nos falta i la villa de La Plata, y del rezelo del pro- o del tiempo que se nos haze tan áspero zado; y pues Dios lo embia y a el le plaze, lemonos con su diuina voluntad. Y para esto os embie a llamar, no tanto para re- eros quanto para amonestaros por el affi- me aueis mostrado y por el amor entra- e en general a todos tengo en aprouecha- querais dar lugar a que por falta de vn zufrimiento perdáis loque aueis ganado os trabaxos y fatigas, assi en el alcance
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que alguno[s] de vosotros distes al Visorrey, como agora contra Diego Centeno y Lope de Mendoza. Y por (1) este trabaxo tan pequeño que al pre- sente nos queda, no permitáis que con poco animo se amanzillen y abatan vuestras personas y hon- rras, sino que como hombres esforzados y animo- sos passeis adelante con vuestro honor, haziendo el deuer que mas os conuiene. Pero, mirad, caua- lleros, que todo esto que tengo dicho no ha sido por estar del todo seguro de aquellos que por las causas susodichas se querían yr, porque a la ver-, dad mucho mas se deue presumir dellos que por no passar un poco de trabaxo y fatiga caminando desde aquí a la villa de La Plata, se quieren que- dar sin ver el premio y galardón que alia les espe- ra e yo entiendo de les dar. Mas porque entiendan que no siento lo que deuo sentir, digo que se va- yan los que se quissieren yr en cuyos ánimos esta apossentado el temor y la couardia, y no el (2) es- fuerzo y zufrimientü para toUerar y comportar los trabaxos sencillos que nos quedan, ni aun atre- uerse a poner en ellos. Estas cosas no las digo á los que son de grande animo y valor, ni a los vir- tuosos y esforzados hombres, sino á los que se muestran de poco animo y son temerosos y couar- des, porque estos tales no podran ya zufrir vn poco de tiempo el affan, ni menos sabrán conoscer los premios y galardones que suele traer consigo la virtud del trabaxo, porque con la solicitud y
(I) Ms. Y porque. (3) M«. qut ti.
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le se pone, se alcanza. Y co sierdes prefferír de aquí adel ;poso, hazed lo que os parescit
tuuierdes, que no por esso dei , y ayi^daros en todo aquello ues aueis militado debaxo de i nlo querría mucho saber por i que se quieren yr, y quales S' y voluntades, pues la mia ya la ' porque no querría viuir sosp
con vosotros, ni vosotros lo e igo, porquesi algún mal os vin Ipa a mi, sino a vosotros mism cassion para lo mandar hazei da para os castigar muy bier
icabo su platica y arenga, com ua medio ayrado, y como cal : vn ratillo el Maestro de cami adilla, en nombre de todos ai querían hazer ausencia, porqi: i que respondiesse por ellos a auajal, que lo sabría hazer mej desculpando los de la culpa ( iendole lo que se sigue.
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1 y de vo- !0 digo, a ilIo, pues, u Kente a uiuo seys
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del mundo si fuere menester. Esto me atreuo a dezir porque tengo bien entendido que lo harán assi como yo lo digo, aunque sepan passar por los mayores y mas graues peligros que en el mundo se puedan ymaginar, pues ya conoscen y lo tienen bien entendido que todo quanto hazen es en serui- cio del Gouernador mi señor. Y aun mas digo, afirmándome en ello y sin poner duda, que todos los soldados que aqui están presentes que dezian se querían yr por no seguir a v. m. en esta breue jornada, estén agora arrepisos dello y de otro yn- tento, proposito y voluntad. Por tanto ¿quien sera aquel que tenga temor a vn poco de trabaxo? ¿quien es aquel que esté tan oluidado de su honrra? ¿quien sera el que esté tan desacordado de su es- ffuer^o y valentía y de lo que deue al officio mili- tar? ¿Pues quienes serán aquellos tan couardes y de tan poco animo que teman y se rezelen desta lluuiosa tempestad de agua, y del frío, no auiendo tenido temor de los arcabuzes ni de los fuertes enemigos que siempre han tenido por delante? Es- pecialmente agora, que estando como están en vis- peras de conseguir el premio y el galardón de sus trabajos, se quiera yr y ausentar sin recebillo, de- xando en el campo a su capitán solo y desampara- do. Por lo qual torno a dezir que teniendo como ten- go esperimentadas y conoscidas (1) de largo tiem- po las voluntades de todos ellos y de cada vno de- llos, osso prometer y affirmar que ninguno dellos
(I) }&.%, es^rimentados y cóKotcid4f$.
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con ella puedan de aquí adelante seruir mucho mejor fyie de antes.
Después que el Maestro de campo Dionisio de BobadiUa uvo acabado su platica, lueg^o enconti- nente boluio los ojos en contorno hazla donde los soldados estauan, de aquellos que se querían au- sentar y amotinarse, que de los otros que se que- dauan firmes no dijo (1) nada, y ellos, como vando- leros lo entendieron luego. Y boluiendose todos a Francisco de Carauajal aprouaron todo quanto el Maestro de campo auia dicho en su deffenssion, prometiéndole en fee de sus palabras que le segui- rían en todo tiempo y no le faltarían en toda la vida hasta la muerte. Oyendo Francisco de Cara- uajal esta platica de Dionisio de Bobadilla dio muestra y señal de auer rescebido plazer y mucho contento, y tornando en mansedumbre la grane- dad y mal semblante que poco antes auia mostrado en su platica, comento de mirar á todos quantos allí estauan con amor y buena gracia. De manera que auiendo passado estas cosas los despidió a to- dos con buen talante, para que se fuessen á sus toldos y casas, con muchas caricias y prometimien- tos, agradesciendoles la buena voluntad que mos- trado auian, y assi se fueron todos haziendole pri- mero la reuerencia y deuida cortesía que le áeuian. Aun no era bien deshecho este ayuntamiento quan- do mando proueér por todas las esquadras y com- pañías mucha copia de bastimentos y de prouissio- nes que Francisco de Cantillana su furriel tenia
(I) l&udi^o.
í
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cinco vezinos; de manera que fueron por todos los que embio a estas dos cibdades hast^ veinte y cin- co vezinos que tenian en ellas repartimientos de yndios, y a otros sin ellos. No solamente embio a sus casas a estos hombres, mas embio de los sol- dados mas viejos en hedad que de la cibdad de Quito auia traydo y que Gongalo Pigarro auia lic- uado alia desde la cibdad del Cuzco la primera vez que fue contra el Visorrey, que como andauan fa- tigados y enfermos los embio a diuersas partes, que serian hasta ocho dellos, y les dio cartas para que alia les diessen de comer, y les proueyo de di- neros para el camino. Auiendo despachado a estos hombres mando hechar vando en todo su exercito, con todos los atambores, para que todos estuuie- ssen prestos y aderes^ados para partirse dende a tres dias a la prouincia de las Charcas, adonde era su principal yntento llegar. Y los soldados lo hizie- ron assi y pussieron por la obra lo mandado, con mucho contento, haziendo muchas cosas }'' aderes- gandose para el camino, y herraron sus cauallos y muchas muías que tenian, con herraduras de cobre, que son muy buenas, que turan muchos dias, con clauo hechizo, que no se quiebran.
CAPITULO XVUI
DK COUO FRANCISCO DE CARAUAJAL SE PARTIÓ DEL PUÍBLO DE CHOCUYTO PARA LAS CHARCAS Y EN EL CAUINO SUPO DE LA SALIDA DE LOS SOLDADOS DE LA ENTRADA DE DIEGO DE ROJAS, DEL RIO DE LA PLA- TA, Y CUENTA QUIEN FUE EL QUE LO DESCUBRIÓ AL PRINCIPIO
! Auiendo visto Francisco de Carauajal que sus
capitanes y soldados estañan ya a punto para ca- minar, luego, vn lunes, de mañana, aleando el far- daje y la ropa que tenían y que les auia quedado a i los dichosos, salieron del pueblo con muchos y n-
' dios cargados, y los soldados que fueron con el
¡ eran doscientos y veynte y cinco, porque de tres-
! cientos y mas que eran, a los vnos embio a sus ca-
sas, como queda dicho. Y los otros se quedaron atrás, los quales se apartaron del camino Real y I se fueron a diuersos pueblos de yndios con el ser-
uicio y ropa que tenían, que como no pudieron se- 1 guír a su capitán por falta de sus cauallos y de vo-
luntad que ellos tuuieron, se fueron, como digo, a diuersas partes a buscar de comer. Yendo, pues, j por su camino adelante, llego con toda su gente a
I vn pueblo llamado Cepita, en donde se dctuuo seys
I C. ni HiHTA Claía.— IV.— 1.* 10
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dias por falta de yndios» que no uvo tantos quan- tos el auia menester para lleuar su ropa y merca- durías y el fardaxe de los soldados, por lo qual rescibio muj' grande yra y enojo contra los cazi- quez y principales yndios de aquel pueblo, y arre- batando furiosamente a dos dellos les mando dar g^arrote. Estando aun medio biuos mando hechar encima dellos mucha paja seca y fuego, y assi los quemaron como quien chamusca puercos, y en esta muerte acauaron los miserables y desuentu- rados vndios de morir con esta crueldad tan mala y endemoniada. Los (1) demás caziques y princi- pales yndios que estauan presentes fueron amena- (;ados terriblemente, diziéndoles que si no le dauan luego muchos yndios, que los auia de quemar bi- uos, como auia hecho de los otros; y si este hom- bre endemoniado queria tantos yndios de carga era para lleuar las mercadurías que tenia, para vender en Potosí, como era ropa de Castilla, ma- hiz, papas y chuño; de manera que era capitán y mercader. Amedrentados, pues, loscaciquez, em- biaron luego a sus tierras y pueblos de la comar- ca para que les embiassen muchos yndios y las yn- dias casadas 3^ solteras que auia y los carneros de carga que tenían, hasta las muchachas donzellas, hijas suyas, los quales venidos le dieron recaudo y contento, assi para su comida como para las cargas. Partido deste pueblo y passando por el gran desaguadero de la gran laguna del Collao, que llaman de Titicaca, llego al pueblo de Tiagua-
(l) Hs. Ahi»
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naco, en donde le dieron vnas cartas que se las auia escripto vn vezino de las Charcas, su amigo, en las quales le hizo saber lo siguiente. Que cier- tas gentes que el licenciado Xpoual Vaca de Cas- tro auia embiado los años passados a la entrada que llaman del Gouernador Diego de Rojas, que es en el Rio de la Plata, se auian salido todos della con el Gouernador y capitán Nicolás de Heredia. Yendo mas adelante llego a vn pueblo que se dize Viacha, en donde le dieron otra carta que se la es- criuio Francisco de Altamirano, que estaua en Ayohayo, pueblo de su tio Antoño Altamirano^ que esta junto a la gran prouincia de las Charcas. En esta carta le embio a dezir de la salida de Ni- colás de Heredia, de la entrada del Adelantado Diego de Rojas, con ciento y cinquenta hombres, aunque otros dixeron que no eran sino ochenta soldados, y de como Lope de Mendoza se auia conffederado con ellos y que se auia hecho capi- tán dellos, y assi le escriuio otras particularida- des. Francisco de Carauajal, como era en todo fu- rioso, sintió gran pesar destas nueuas y luego sospecho que en ninguna manera podia entrar en las Charcas en paz, como el quería, creyendo que auria otra alguna trabaxosa refriega como la pa- ssada en que le diesse o le pusiessen en mayores trabaxos y fatigas. También le peso en auer em- biado y dado licencia a los vezinos y soldados para que se fuessen a sus casas, que mucho qui- ssiera tenellos consigo para la presente jornada; mas con todas estas cosas lo disimulo con grande animo, diziendo a los suyos con vn semblante do-
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noso que en sabiendo el capitán Nicolás de Here- dia todo lo que passaua en los reynos y prouin- cias del Perú, y de qpmo Gonzalo Pi<?arro su se- ñor era merita y jurídicamente Gouernador. se vernia a su llamado, desengañado de lo que Lope de Mendoza le auria dicho, y dexaria el partido y la opinión que auria tomado. Antes que passe- mos mas adelante sera bien que demos vna breue relación de quien descubrió este Rio de la Plata por la mar del norte, y después quien entro en el (1) por las tierras del Peru^ que sera vna lectura bien apacible. Y luego vernemos a contar destos hombres que salieron de alia y se boluieron al Perú con Nicolás de Heredia, de donde auian sa- lido los años passados atrás, y después díremos»^ lo que passo con ellos Francisco de Carauajal y lo que suscedio en el pueblo de Pocona y de la bata- lla nocturna que uvo entre ellos. Auran de saber que en el año de 1512, yendo Juan Dias de Solís, natural de Lebrixa, piloto mayor del Rey, con mu- cha gente armada y nauios a descubrir tierras nueuas, o el estrecho que después se llamo de Ma- gallanes, fue a dar sobre este rio, que los yndios lo llaman en su lengua Paranagua^a, que quiere dezir Río como mar. Este rio es muy grande y esta en 25 grados hazia el norte y tiene de voca diez leguas tiradas, según dixeron muchos de los que alia estuuieron, y entra el agua deste rio por la mar veynte leguas sin reboluerse con la salada, y aqui se vieron grandes muestras de plata fina
(í) Ms. ella.
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entre los yndios, y por esto el primer descubridor le nombro el Rio de la Plata. Por muerte de Juan Dias de Solis, que auia ydo alia con titulo de Go- uernador y capitán general, embio Su Magestad al mismo rio a Sebastian Gaboto, veneciano^ aunque otros dizen que era yngles, que fue en el año de 1526 por Adelantado, el qual descubrió, gran parte deste rio arriba, muchas cosas, y pobló vna ysla alta que hallo en el y la llamo Nuestra Seño- ra de la Concepción. Después desto embio Su Ma- gestad a Don Pedro 4e Mendoza, natural de Gua- dix, que fue en el año de 1530 con doze nauios y dos mili hombres, y nauegando por su mar ade- lante murió en el camino, de su enfermedad (1) de que dio a los suyos gran pesar y sentimiento, y la gente se fue al rio con el theniente que nombro hasta que Su Magestad mandasse otra cosa. Assi- mísmo en el año de 1541 fue también alia por Ade- lantado y capitán general Aluar Nuñez Cabera de Vaca, natural de Xerez, el que anduuo perdido diez años en tierras de la Florida, y lleuo consigo. quatrocientos hombres en quatro nauios. En lle- gando alia fue de todos muy bien rescebido y an- dando el tiempo comentaron los vezinos mas prin- cipales que en la tierra auia de estar mal con el, porque los reprehendía terriblemente de muchas cosas mal hechas que ellos cometían contra Dios
(i) D. Pedro de Mendoza no murió yendo al Rio de la Plata, sino cuando volvía á Espafta.
En los sucesos de que no fué testigo Pedro Gutiérrez de Santa Clara, como son el descubrimiento de América, la conquista de México y las expe- diciones al Río de la Plata, comete bastantes errores.
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y contra Su Magestad. Por lo qual le tomaron [tan] gran odio y aborrescimiento, que con falsos testi- gos, los officiales del Rey y vn capitán viscayno llamado Domingo de Yrala le prendieron y lo he- charon en la cárcel publica, en donde passo mu- chos trabaxos y grandes peligros de sn persona y vida, que 16 quissieron matar muchas vezes, mas al cabo lo embiaron preso a Su Magestad. Al fin, andando Aluar Nuñez Cabera de Vaca en sus ne- gocios en la corte, que los lleuaua en buenos tér- minos, murió de su enfermedad, aunque en traba- xosa y pobre vida y gran vejez. Los dos officiales del Rey que lo llenaron preso a España murieron malas muertes y sin conffession, que el vno dellos se torno ioco y mato a su muger a puñaladas, y el otro, rauiando se comió las manos a vocados y al cabo murió. Y el dicho Domingo de Yrala se pa- sso al Perú con los prendedores y licuaron vn ca- mino muy largo, en donde passaron grandes tra- baxos y peligros de muerte por ser la tierra muy áspera y fragosa y poblada de gente ferocissima, y llegados alia murieron malas muertes, sin con- ffession, ahorcados y hechos quartos en las renci- llas que uvo en la tierra. Dexemos agora a los de la mar y vengamos a los de la tierra; digo que des- pués que el Gouernador Xpoiial Vaca de Castro corto la cabera a Don Diego de Almagro el mo^o, que fue a onze del mes de Setiembre de 1541 años, embio a diuersas partes ciertos capitanes para que fuessen a descubrir tierras nueuas. Porque estan- do por acá occiosos no se caiisasse entre ellos al- gunos bullicios y escándalos con algunos leuanta-
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mientos como los passados, de donde auian resul- tado muchas muertes, robos y daños con ynnume- rables males y.extorssiones, haziendose en ello gran deseruicio a Dios nuestro Señor y a Su Ma- gestad. Por cuitar estas cosas y otros muchos ynconuenientes que se podrían recrescer entre los sediciosos y ambiciosos, embio, como se ha dicho, a buscar tierras nueuas a ciertos capitanes, entre los quales fue al Rio de la Plata, por tierra, el ca- pitán Diego de Rojas, con titulo de Gouernador de aquellas tierras en nombre de Su Magestad, que fue en el año de 1542. Nombró por Capitán ge- neral a Philippe Gutiérrez, y por Maestro de cam- po a Nicolás de Heredia, que auia seguido siem- pre la parcialidad de Don Diego de Almagro y era mortal enemigo de los pigarristas. En la proui- ssionque llenaron estos tres caualleros se conte- nía en ella que si por ventura muriesse el vno de- líos, quedasse el cargo ó cargos en los dos, y si los dos muriessen quedasse solamente en el vno, y que muriendo el tercero quedasse el cargo en la persona que nombrasse el tercero para que todos le obedesciessen. Eran estos hombres muy ricos y muy principales en la tierra, los quales hizieron cierta compañia de hermandad en que se gastaron gran summa de dineros en comprar muchas y di- uersas cosas que eran muy necesarias para la presente jornada, dando grandes socorros a mu- chos soldados para que de buena gana fuessen con ellos. A la fama que estos tres capitanes ar- mauan gente mouieronse muchos, especialmente de los principales vezinos que tenían rcpartimien-
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los de yndios en esta tierra, que hizieron dexacioii dellos pensando medrar mas en el Rio de la Plata. Los que entraron en esta demanda fueron hasta doscientos y cinquenta hombres muy valientes y animosos, los quales fueron bien aderes<;adas las personas y apercebidos de muchas armas, caua- llos y gran seruicio de negros, negras, yndios, yndias y muchos yndios amigos. Salieron de la cibdad del Cuzco, en donde se hizo la gente que acudieron de muchas partes, y comen9aron de ca- minar para la villa de la Plata, que es en las pro- uincias de las Charcas, no todos juntos, sino diui- didos cada capitán por si, vno en post del otro que lo seguia, llenando cada capitán sus soldados y el seruicio que tenían. Esto se hizo a fin de los basti- mentos, que tuuieron creydo que les auia[n] de faltar en el camino por donde auian de passar, que los barbaros los auian de algar por los poner en necesidad, aunque ellos lleuauan de acá mucha cantidad de comida en yndios de carga y en mu- chos cauallos y azemilas. El primero que salió tiestas tierras fue el Gouernador Diego de Rojas, y entrando por aquellas regiones hallo muchos- pueblos que todos estañan puestos de guerra, los quales conquisto y los atraxo al conocimiento de Dios y al vasallaje de Su Magestad. Con esto lle- garon a la gran prouincia de Tocuman, que era poblada de gente feroz y de yndios altos de cuer- po y bien dispuestos, que parecen medio gigantes y traen los arcos mas altos que ellos vn palmo. En toda esta prouincia ay la yerua pongoftosa, que en hiriendo a vno con la flecha en donde viene
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vntada, aunque sea la herida bien pequeña y sa- que vna poca de sangre, mata luego, que los hom- bres mueren rauiando dándose de calabazadas en el suelo, y los nuestros no supieron al principio desta maldita yerua hasta después que la esperi- mentaron y la vieron' con la muerte de muchos dellos. Como el Gouernador Diego de Rojas vido y sintió que auia ynnumerable gente y que era fe- rocissima, no se atreuio a passar mas adelante, y con aqueste rezelo embio a llamar por la posta al General Philippe Gutiérrez, que se auia quedado atrás con su gente, como hemos dicho, para que se diesse priesa a caminar, que lo estaiia aguar- dando.
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CAPITULO XIX
PHILIPPE GUTIÉRREZ LLEGO AL EXERCITO ■ DE ROJAS Y PELEARON CO.V LOS YNDIOS FE- DE LA MUERTE DEL GOUERXADOR Y ALCA- E FRANCISCO DK MEMDO^A, Y DE LAS COSAS IIZO EN EL EXERCITO CON SUS SOLDADOS
ido Philippe Gutiérrez rescebido el man- Gouernador Diego de Rojas, luego a la pusso en camino con los suyos y por sus contadas llegaron al campo, en donde luy bien rescebidos de todos los que alti y otro día se pussieron todos a punto de ara pelear con los barbaros enemigos si ssiessen dar de paz y al seruicio de Dios y Magestad. Y para hazer esto embiaron a iros a vn clérigo llamado Francisco Ga- era de la borden de los comendadores de n, a los requerir de paz, y el clérigo fue cruz t alta en las manos, en donde vido muchissimos yndios enemigos. Y llegado hallo luego al cacique llamado Canamíco, ■nterprete que lleuaua, yndio natural del qual lo rcscibio con mala voluntad y peor .e, y los yndios principales hizieron mués-
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tra de lo querer matar a flechazos y assi hazian muestra para effetuallo. Viendo esto el clérigo comendador se boluio a los xpianos con gran te- mor, el qual yua diziendo a grandes bozes: ¡a ellos, señores!, ¡a ellos! ¡Sahctiago, Sanctiago! que enca- ran los arcos con las flechas para matarnos, y mas quieren pelear que darse de paz, porque vie- nen marchando. Como el Gouernador y los demás 03'eron esto, y como todos estauan a punto de guerra, hecha (1) señal por el Maestro de campo arremetieron a ellos con tanto animo y denuedo que pelearon todos muy fuertemente, los xpianos y los amigos yndios que Ueuauan consigo, que ti- rauan lindamente sus flechas contra los barbaros. Los enemigos, como deffendian sus libertades \' sus tierras, comentaron también a pelear deses- perada y animosamente, que se sustuuieron buen rato con los nuestros, que al fin fueron vencidos y rotos con ayuda de Dios y luego dieron a huyr todos y mataron en la batalla y en el alcance mu- chos dellos y fue preso el cacique Canamico. Vién- dose el cacique preso hablo al Gouernador dizien- dole que no le matassen, que el traeria de paz a toda su gente y muchos bastimentos, y sobre todo que el siruiria al Dios de los xpianos y daría tri- buto al rey de Castilla, y por esto el Gouernador le trato muy bien, porque dende a pocos dias cum- plió todo lo que prometió y assosscgo a toda su gente. Proseguiendo el Gouernador su camino passo adelante con toda su caualleria y se fueron
(l) Ms. y hecha.
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todos a vna prouincia llamada Salabina, en donde fueron rescebidos de guerra aunque los barbaros fueron primero requeridos con la paz^ Ja qual no la quissieron rescebir, antes tuuieron ellos con los nuestros muchas y grandes refriegas y batallas, en donde mataron mucha cantidad de barbaros sin peligrar ninguno de los xpianos. Andando en estas peleas los xpianos contra los yndios hirie- ron solamente al Gouernador de un flechazo que vn yndio le dio en vn brago, y como la flecha es- taña eneruolada y obrando la mala ponzoña/cau- so darse de cabezadas en el suelo, rebolcandose con la gran rauia y furor que tenia, y de morder- se las manos furiosamente, que los que lo tenían assido no se podían valer con el. Y como tengo dicho aun no se sabia el secreto desta mala y vcllaca yema que los yndios vntan las flechas con ella al tiempo que pelean, y como viessen al Gouernador con aquellas vasquas y con la rauia que mucho le atormentaua, le consola- uan y animauan los suyos grandemente, di- ziendole que plaziendo a Dios no seria nada su mal, que presto se le quitaría aquel graue do- lor que sentía. Otros hombres mal yntenciona- dos dixeron con ossadía que vna muger que lleua- ua consigo el general Philíppe Gutiérrez, llamada la Enciso, lé auia atossigado y dado ponzoña para que luego muriesáe, porque esta muger le embia- ua de quando en quando algunos guisadillos de su mano, como por regalos, para que comiesse. Y que la causa porque le auia emponzoñado auia sido porque muriendosc el Gouernador quedassen el
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dicho Philippe Gutiérrez y Nicolás de Heredia con el mando y gouierno de la tierra, como lo manda- ría el gobernador Xpoual Vaca de Castro en nom- bre de Su Magestad en la prouission que aaia dado a todos tres. El Gouernador Diego de Rojas tuuo entendido y aun creydo ser assi, por lo qual co- mento luego de quexarsse brauamente a gf andes bozes, de Philippe Gutiérrez y de su amiga la En- ciso, que no sabia por que le matauan tan traydo- ramente con tanta crueldad en dalle pongofta. Oyendo Philippe Gutiérrez este gran falso testimo- nio que contra su honor y reputación se dezia, luego se fue al Gouernador con gran enojo y ran- cor, ante el qual dio su desculpa haziendo muchas y grandes satisfaciones que en tal casso se reque- rían, de la mala sospecha que del se publicaua. La Euciso comento de llorar amargosamente por esta gran maldad que se le leuantaua, y a grandes bo- zes llamaua a Dios y a Sancta Maria su madre que viniesse rayo del cielo sobre quien auia dado la ponzoña al Gouernador y que descubriesse la ver- dad, y con todo esto se fue a donde el enfermo es- taña, mesándose los cabellos y dándose de bofeto- nes, diziendo que tan gran maldad como aquella no la auia hecho ella ni otra persona por ella. Y por otra parte dezia Philippe Gutiérrez que se ma- taría con el hombre o hombres que este falso tes- timonio les auia leuantado, y les haría de bueno a bueno desdezir en el campo tan gran mentira y falsedad, porque el ni la Enciso no eran personas que tan gran maldad auian ellos de cometer; y assi dixo otras muchas cosas, de que el Gouernador
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0 bien satisfecho del y della- Francisco de lo^a, natural deMedellin, y Rodrigo Sánchez inojosa, quedaron resabiados de lo que Phi-
Guiierrez auia dicho, porque paresce que do hablaua miraua hazia ellos, y assi se tuuo tdtdo que estos eran los que le malsígnauan ;i Gouernador, porque se le auian allegado lo a el desde que salieron del Perú y se le raron por sus grandes amigos. Estando el Go- idor ya muy al cabo y sin esperanía de la
[le] aconsejaron sus amigos, que eran gran- émulos de Philippe Gutiérrez, dexasse la rnacion a su grande amigo Francisco de loga, porque tenia grandes méritos para ello, ;ra gran seruldor de Su Magestad y era caua- hijodalgo, y que este hombre vssaria fielmen-
1 cargo. E! Gouernador estuuo en duda de lo r, porque auia cédula o prouissiod del Ücen- > Vaca de Castro en que mandaua que sí el ise quedasse la gouernacion y el mando en ppe Gutiérrez y en Nicolás de Heredia, y por no lo quería hazer ni oyr, mas fueron tantas mportunaciones y los ruegos de los amigos de loga que al cabo lo uvo de hazer, aunque con- X voluntad. Y como el Gouernador vido que de rte de Philippe Gutiérrez no le hablaua nin- I, y el mismo que callaua-y no lo contradezia :ndo lo que se platicaua, determino de lo de- )or hijo adoptiuo para que le suscediesse en rgo de la gouernacion yen todos susbienes, ;ndo sus ynstrumenios ante vn escriuano del
Todo esto lo trato primeio con el dicho Phi-
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lippe Gutiérrez, el qual concedió en ello de buena voluntad por la sospecha que contra el se tenia, porque no tuuiessen creydo sus enemigos que el lo auia hecho matar por yntroni9arse luego en la gouernacion, como si no fuera suya, o era muy ambicioso por el cargo. Y con esto mando a todos los que estañan presentes que le obedesciessen por tal Gouernador, y ellos lo hizieron assi 3^ el primero que le obedescio fue el dicho Phílippe Gu- tiérrez, y con esto murió con gran pesar de mu- chos, auiendosse primero conffessado, y no comul- gado, que el terrible dolor que tenia no le dexo. Después que Diego de Rojas murió, luego fue al- eado Francisco de Mendoga por Gouernador en nombre de Su Magestad, y con gran sentimiento mando enterrar muy honrradamente el cuerpo difíunto en vna hermita que se hizo en aquel pro- pio lugar, en donde se le dixeron algunas missas mientras se detuvieron en este paraje. Hecho esto nombro luego por su Maestro de campo a Rodrigo Sánchez de Hinojosa, con consentimiento dePhi- lippe Gutiérrez, y tomo todos los bienes hereda- dos de